Este es un post largo, pero no lo quiero cortar porque me gusta así de largo. Si no tienes tiempo lee aquí el final.
Antes de llamar
Hace un mes mi pareja cumplió 50. Y como corresponde a una gente de la generación x que aprende de los millennials y centennials, me propuse recolectar videos para compilarle un video mensaje de regalo. Como parte de la diáspora venezolana, sabía que sería un trabajo con diferencias horarias y de locaciones. La meta inicial eran 50 mensajes por 50 años. Conseguí 103 videos, tres de los cuales llegaron la misma mañana del cumpleaños. Todos muy variados y desde 53 ciudades diferentes. Los mensajes duraban entre 10 segundos el más corto que solo decía feliz cumpleaños hasta 17 minutos el más largo con recuerdos, consejos y chistes. En total, él pudo disfrutar de un video que duró 1 hora 23 minutos.
Durante dos meses, envié montones de mensajes, conseguí gente de la que nadie sabía en años. Algunos no tienen residencia fija y viajan por el mundo. Otros de quienes no tenía idea de cuál era la conexión o donde se habían conocido. El día de su cumpleaños ciertamente se emocionó muchísimo viendo el video. Se sorprendió con cada nueva cara y voz que aparecía en la pantalla. Con algunos la última conversación había ocurrido hace más de 20 y hasta 25 años. Pero yo creo que lo que yo viví fue increíble. Dos meses de conversaciones, conociendo gente nueva o conversando con amigos en común. Poniéndonos al día, contando chistes, intercambiando consejos y recuerdos fueron parte de los recordatorios “por favor mándame el video”.
Volviendo a mis raíces X
Así que decidí que yo no quería un video regalo. A ver, sí que es muy bello ver a todos tus amigos en una fiesta, pero bueno por razones de diáspora eso no es posible. Así que la opción es verlos juntos en un video. Pero sentí que mi opción era diferente. Yo quiero disfrutar a esa gente. ¿Cómo están? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo estuvo su día?
Y recordé que hubo una época en la que nos llamábamos por teléfono. En la que no sabíamos quién llamaba, y era super emocionante escuchar en ring del teléfono. Era también emocionante o decepcionante descubrir la voz del otro lado y decir “si…ya se la pasó…. Mamá es para ti”. Luego apareció el identificador de llamadas y se sabía quién era. Y eso lo usamos también para ignorar llamadas con premeditación “uff no, no voy a atender esta ahora”
Y de pronto el mundo cambió. Cambió por todos lados. Y creamos la fantasía de la planificación y lo predecible. Las redes sociales llegaron para muchas cosas: nos ayudaron a reencontrarnos con gente que no veíamos hace mucho y así todos hicimos reencuentros. También nos mostraron lo lejos que estábamos de algunos. Recuerdo una vez viendo las fotos de un familiar, me di cuenta de que no conocía a nadie de las fotos, a ninguno de los que comentaban en sus post. La verdad es que yo ya no era parte de su vida.
Pero principalmente las redes sociales nos han creado la ilusión de que estamos en contacto. A veces creemos que sabemos de la gente viendo sus estados o sus historias. Eso no es su realidad, eso es algo que ellos están dispuestos a compartir con el mundo entero. Pero aunque son cosas ciertas, a veces con un filtro que tapa las ojeras y adelgaza, no es la imagen completa, y no es definitivamente lo que quiero yo saber de la gente a la que quiero. Me gusta saber y compartir sobre miedos, tristezas y alegrías, sorpresas y recuerdos que nos hacen reír y reflexionar. Yo disfruto de la conversación larga y distendida, que da espacio a explorar temas nuevos, traer recuerdos y crear sueños conjuntos. Yo que en mi trabajo paso el día planificando y dando prioridades a proyectos, en mi vida personal disfruto la emoción de lo sorpresivo e inesperado.
Y descubrí que a mí también se me olvidó llamar
Así que me hice un plan. 47 días antes de cumplir 47 comencé a llamar gente. La meta era una persona al día, sin plan ni aviso.
Aprendí que eso se llaman llamadas frías (cold calls) y que para algunas personas constituyen una micro agresión y una invasión a la privacidad. Muy respetuosa de ambos criterios decidí llamar, motivada por la emoción que me da recibir llamadas. Me encanta saber que alguien me tiene presente y decide llamarme. Y tenía la respetuosa tranquilidad de saber que si no me quieren contestar nada les impedía declinar la llamada. Si era un mal momento, solo tendrían una llamada perdida. Y también era importante no sentirme despreciada si no me atendían. Por muchas razones alguien puede no atender el teléfono.
Para ser sincera, la motivación se gestó también cuando un amigo me llamó durante los dos meses que estuve haciendo el video. Pensé que se le había marcado por accidente. Pero me dijo “te llamé, quiero hablar contigo”, se me había olvidado la emoción que da eso.
Y me ayudó encontrarme con este bello poema escrito por una amiga, donde reflexiona sobre cómo asumimos que nuestros amigos siempre van a estar allí aunque no sepamos de ellos.
Sin orden ni prioridad, agarré el teléfono y el día 47 antes de mi cumpleaños llamé. No podía creer que me temblaba la mano y estaba sudando. Sentí un miedo inesperado recorriendo el directorio. ¿Y si no me contesta? ¿Y si se ofende?
En este video que me encanta Simon Sinek explica cómo las redes sociales han creado el placer instantáneo que nos libera de los nervios de empezar una conversación o una relación y exponernos a un rechazo. Esos nervios que hacen sudar las manos, sentir todas las dudas esperando que la otra persona responda. Eso no se ve cuando las relaciones las manejan las redes sociales. Pero se siente. Y yo lo sentí. Y lo atravesé, como lo hice cuando no había teléfonos inteligentes y tocaba ayudarse de la inteligencia emocional para empezar una relación o una conversación con alguien.
Hay unas 5 - 6 personas con quienes nos llamamos con frecuencia y sin planificación. A la antigua. Esos no los llame a menos que tuviera 4 o más intentos fallidos. Me parecía trampa empezar por allí, sabía que me contestarían. La nota graciosa es que todos me llamaron espontáneamente durante la primera semana.
Así que cada día agarro el teléfono y llamo a alguien. Usualmente mis opciones 1 y 2 no me contestan. Algunas personas me contestan por mensaje “ ¿estás bien? o “¿se te marcó?” veo una llamada perdida tuya, ¿necesitas algo? Lo más divertido ha sido el buen rato que hemos pasado, hablando sin tema previo, sin agenda, sin tiempo. A veces se nos hace tarde, hay que cenar o llega el agua en Venezuela, y pues tenemos que cortar aunque queramos más. Pero la alergia compartida ha sido un regalo para ambas partes, y que yo he disfrutado más de lo que imaginaba. Y tener más es supersencillo. Solo tenemos que volver a llamar.
Y te quiero
Ya no me da susto llamar, pero me tomó varias semanas. Un amigo, el que me llamó primero de sorpresa cerró la llamada diciendo “te quiero mucho”. Que emoción y que susto. Vengo de una generación y una cultura latina hipersexualizada, en la que no es correcto decirle a los amigos que los quieres a menos que tus intenciones sean románticas o eróticas. Pero la verdad es que yo quiero a mis amigos, y mucho. He aprendido y me he dado el permiso de decirle a mis amigas que se ven hermosas y bellísimas sin que eso tenga implicaciones sobre mi preferencia de género. Suelo bromear diciendo que lo mejor de los 40 es poder decirle a los amigos que se ven muy atractivos sin que suene a flirteo. Expresar amor es tan importante como sanador, desde mi punto de vista, pero tampoco somos educados para eso, y nos toca aprenderlo en el camino.
Así que si tienes una llamada perdida, es que te llame para decirte que te extraño y que te quiero. Llámame cuando quieras, no necesito llamadas planificadas y las sorpresas me dan una emoción increíble. Puede ser que no pueda contestar, que esté trabajando, con mis hijos, en el mejor momento de una peli buenísima o simplemente ocupada, no pasa nada, hablaremos luego. Una llamada perdida no es una micro agresión en mi diccionario.
Si no te he llamado y quieres hacerlo, llámame. No he hecho una lista ni marcado ninguna prioridad en mi directorio telefónico. La verdad cada día he llamado con la única restricción de zonas horarias, porque está como mal llamar a medianoche a gente en Europa pues. Y a esos que no me han atendido, los volveré a llamar. Algunos ya me han llamado. Y si no quieres hablar, todo bien, tampoco soy tan testaruda, después de varios “no” yo entiendo el mensaje. Quizá nuestro momento ya paso, y eso también está bien.
Nota final
Hace unos meses estaba en una reunión de trabajo que terminó temprano. El organizador dijo “ vamos a terminar temprano, tienen 10 minutos libres. Hagan algo para ustedes mismos en esos 10 minutos. Saben que: llamen a su mamá, llamen a un amigo, llamen a alguien que quieren y díganselo”
Si tienes 10 minutos libres, llama a alguien y dile cuánto le quieres. Y si no tienes 10 minutos libres hoy, creo que hay cosas que cambiar, seguro que hay más en tu plato de lo que necesitas.
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