Así se llama un disco de Cerati, y así asumí la energía del plexo solar, la energía de la autoestima, la seguridad en mi misma y el autocuidado.
El amor propio es tan necesario como descuidado. Al menos yo no lo aprendí de pequeña. Como niña y mujer criada en el país de las misses, crecí con complejo de fea, desagradable e inoportuna. Siempre había alguien cerca que era mejor que yo en todo sentido.
Con los años aprendí que no es cierto, que cada uno es perfecto en la manera que es, y la belleza no se mide en concursos mundiales y con cintas métricas. La belleza se experimenta y se siente en el cuerpo, en el plexo solar.
Poder no es control
Pero desde que aprendí a quererme más que a nadie en el mundo, aprendí a retomar el poder sobre mi misma. Poder y control se confunden a menudo. No se tiene control sobre lo que ocurre. Yo no sé qué pasará mañana, pero puedo decidir pasar el día triste o contenta, puedo tomar decisiones, puedo hacer o dejar de hacer a voluntad. La energía amarilla es la fuerza interna de hacer y cambiar el timón cuando se quiera, y navegar las circunstancias. No se controlan las mareas, pero se puede decidir qué hacer cuando vienen.
y se puede cambiar lo aprendido
Desde hace un año aprendí a tomar fotos. Ha sido una experiencia increíble, sobre todo hacer autorretratos. Cuando comienzo, los primeros intentos no me gustan para nada, todos los mensajes negativos que recibí en el pasado se repiten juzgando las imágenes, como si fueran parte de una lista inacabable que alguien dispara en el Spotify de mi cabeza. Uno tras otro, mensajes negativos trasnochados descartan las fotos, hasta que en una pausa hay una foto que veo y digo GUAO… Me gustan los colores, las combinaciones, jugar con la luz...Y allí se acaba el autosaboteo, en ese momento todo cambia y ahora todas las anteriores son maravillosas. Con el tiempo los mensajes negativos aprendidos se van borrando, de eso se trata la auto confianza.
y aprender a mirarme con los ojos de una amiga
La mirada del amor propio es la mirada con la que me ven mis hijos. La que he logrado queriéndome como quiero a mis amigas. Así, puedo verme como ellas me ven, aunque a veces cuando me dicen bella pienso que es solo por el cariño que me tienen. No nos hemos educado para halagar la belleza interna ni la belleza en quienes queremos. Vivimos un mundo que mide lo que no se puede medir. Se cuantifica y pone precio a lo etéreo, se trata de borrar lo importante y valioso, porque el placer en aceptarse y quererse al final del día es gratis.
Vestida de amarillo voy, sintiendo el poder de mis pasos que han transitado un camino interesante, encumbrado, a veces sencillo a veces agotador. De amarillo recuerdo los altos y bajos, los descansos y las carreras y sobre todo mi poder para decidir cuando bajarme y solo caminar a mirar la lluvia caer y también disfrutar del sol sobre mi piel.
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