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Aunque repitamos que no, los marrones sabemos que somos ciudadanos de segunda

Hablar sobre discriminación y racismo no es nuevo para mí, ya había escrito antes este post. Es un tema que me apasiona y que lamentablemente no pierde vigencia.

Hace algún tiempo decidí dejar de leer noticias, la realidad aplastante del nuevo mundo reglamentado por el coronavirus me dejó sin aliento. Sin embargo, los sucesos de las últimas semanas han sido difíciles de obviar y regresé sin previo aviso a leer noticias todo el día.

Sin embargo esta vez el reto se me hizo mayor, cómo explicarle a mis hijos lo que ocurre? Hemos hablado de discriminación como concepto y como hecho histórico muchas veces, reforzamos lo importante de la multiculturalidad en casa así como el respeto a nuestra herencia y etnicidad latina, pero una rodilla asfixiando un alma y dejándonos a muchos sin aire, no solo son imágenes que me partieron profundamente, son imposibles de explicar.


Mamá que es eso de Black life matters? No hay vida negra!


Planificar salidas para mí ahora es difícil y estresante, yo soy de las que aún cree que el coronavirus ronda silenciosamente, en una ciudad en la que muchos ya salen sin máscaras y olvidaron la distancia social. Sin embargo la semana pasada al salir nos enfrentamos a un virus aún mayor, el racismo se manifesto en las calles y quedamos atrapados en el tráfico, entre calles cerradas para la manifestación de apoyo desde Montreal a Black Life Matters.


Mi hijo mayor vio los carteles y me decía “no entiendo nada”, yo seguía explicando lo que habíamos visto en museos de historia y otras conversaciones sobre discriminación y etnicidad y el insistía, hasta que me dijo “mamá qué es una vida negra? Nadie en negro! Nunca he visto un blanco a menos que sea un Oso Polar, de dónde sacaron esos conceptos? La gente es beige o marrón, y la verdad es que la vida importa, la persona, no el color de la piel.”


Cansado de escuchar argumentos sin sentido me dijo, “quieres decir que ese chico que esta allí en frente es negro? Eso no tiene sentido mamá, es un chico y su piel es marrón, nunca he visto un negro que no sea un marcador, negro es un color no una persona.”


Que mas le podia decir? Un pequeño de 10 años entiende mejor que muchos y que casi todos los gobernantes. Lo abrace sintiéndome orgullosa de sus valores. Estoy segura de que cometo miles de errores como mamá, pero algo estamos haciendo bien.


Paradojas estadísticas de la discriminación (para una experta en números)


Una vez que conseguí mi primer trabajo en Canadá tuve que llenar varios formularios y en uno me preguntaban si era minoría visible. No conocía el termino y me pregunte a mi misma, soy mujer pero somos el 51% de la población del mundo, y soy latina pero somos más latinos que norteamericanos. Así que antes de responder busque la definición oficial y como no soy caucásica o blanca de color, porque de nuevo quien es blanco de color?, así aprendí que para estadísticas Canadá soy una minoría visible, aunque los números digan lo contrario.


Luego comencé a viajar por trabajo con frecuencia a Estados Unidos, y ya Venezuela estaba en la lista de países con restricciones de viaje. Al segundo viaje me di cuenta que volvía a estar en la fila de chequeo aleatorio. En el cuarto viaje me di cuenta que todos en la fila éramos marrones. Unas veces tenía chequeos más extensivos que otros, me tocaba iniciar mis equipos electrónicos en la mitad de un pasillo. Lo peor de estar allí, es que aún sabiendo que es injusto, solo se debe cooperar, toda petición por parte del oficial es mejor seguirla, porque se puede poner peor.


Estar en la fila aleatoria siempre es más doloroso cuando veo en los ojos de los otros la misma vulnerabilidad y resignación que me invade, ese sentir compartido y aceptado de que somos menos, aunque repitamos que no, sabemos que somos ciudadanos de segunda.


Al obtener el pasaporte Canadiense un colega Norteamericano me dijo “por fin Ale podrás pasar sin random check”, y allí iba yo con la sonrisa dibujada estrenando pasaporte, hasta que sin mediar palabra el siguiente oficial me señaló la mesa a la izquierda yo levante mi pasaporte y el sin mirar solo dijo "abra todo por favor". Muchas veces me pregunte si había un código en el color de los pasaportes, ese día entendí finalmente que el código lo llevo en la cara.


Algunos aún cree que todo comienza con el nombre


Como en la Venezuela de mi infancia y adolescencia había muchos inmigrantes, casi ningún nombre me parecía extraño. Pero si veía que mis amigos de origen Asiático se cambiaban el nombre o como las nuevas generaciones incorporaban un nombre occidental. Me parecía terriblemente irrespetuoso y por mi parte hacia el esfuerzo por aprender a pronunciar correctamente el nombre de cada persona y aprender así sobre su cultura.


En Norteamérica es un secreto a voces que los nombres “blancos” en los CV tienen más posibilidades de obtener empleos. Un amigo me dijo que debía cambiarme el nombre porque nadie podría pronunciar el mío tan largo y lleno de erres. Entonces me propuso algo más afrancesado, algo como Alexa Cabré… que es simplemente recortar nombre y apellido así que técnicamente no estaría mintiendo…


Pero esto tenía un gran problema para mí, yo no se quién es Alexa Cabré, ni cual es su historia, ni a qué colegio fue, ni quienes son sus amigos. Yo en medio de mis convicciones y mi rebeldía conserve mi nombre, y es cierto que la gente tiene problemas para pronunciarlo, pero cuando llegué a la oficina por primera vez, y vi todas las erres en mi cartel, era yo, la que misma de la boleta de primaria, de la graduación y las fiestas. Y debo agregar que muchos hacen el esfuerzo por preguntarme cómo se pronuncia correctamente.


Compensar por ser diferentes


En otra oportunidad fui a una conferencia de programación. Un amigo me propuso una charla sobre tecnologías y salud mental y decidimos entrar. La presentadora entre otros aspectos decía que había notado que los latinos y otros inmigrantes sentíamos que teníamos que trabajar el doble para compensar por nuestro acento y poca maestría y fluidez en el nuevo idioma. El volteó y me dijo “Ale, eso es cierto, por eso trabajas de la manera que trabajas, pero no tienes nada que compensar”.


Y a pesar de estar en ambientes laborales inclusivos, cuando estoy entre minorías, todos reconocemos que trabajamos más que el resto, porque sentimos que potencialmente seríamos los primeros en la lista, en el caso de un despido masivo (lay off). Sin embargo, después de ser parte en varios, como despedida y como sobreviviente, sé que no es cierto que las minorías sean los únicos que salen. Pero lo que sí es muy gracioso es punto de vista: mientras mis colegas Norteamericanos y Europeos al quedarse sin trabajo conversaban de las ventajas de tener unas cuantas semanas de vacaciones pagas y poder ir al gimnasio en la mitad del día, los marrones hablábamos de estar dispuestos a aceptar cualquier condición laboral y lo antes posible volver a estar generando ingresos. Cuando se es minoría, perder el trabajo tiene un significado más intenso.


Y finalmente que es ser blanco?


Una construcción que nos creamos, y que solo nos ha hecho daño a mi entender. Cuando cuento la historia sobre Alexa Cabré suelo decir, “yo podría cambiarme el nombre pero seguiré con esta cara”, a los que mis amigos latinos suele responder, “pero es que Ale tu eres blanca, nadie notaría no eres Alexa, y tendrías un mejor trabajo y hasta un mejor sueldo”. Pero mis amigos Norteamericanos se ríen y me dicen “you can't fool anyone being Alexa, you’re obviously latino, and we all love you, you’re just Ale” (No no vas a engañar a nadie siendo Alexa, obviamente eres latina y te queremos, tu eres simplemente Ale). Y no soy solo Ale, ahora tengo muchos nombres soy minoría visible, soy POC (People of color), soy Latina... y a veces me pregunto si por ser minorías somos invisibles. Me recuerda esa parodia del cine "Mistery Men" en la cual todos tienes super poderes basados en actividades cotidianas. Kel Mitchell es el chico invisible, un chico negro que no sera visto si nadie lo ve y para lograrlo solo debe desnudarse.

Quizá es por venir de un país más clasista que racista, pero yo veo como mi piel se aclara y oscurece según quién me vea. Para los latinos soy blanca, estudie en la Universidad, estoy casada con hijos, vivo en el primer mundo y tengo trabajo. Para mi entorno laboral soy latina, con un acento marcado.


Pero lo que se discute hoy en las calles es que soy para las autoridades, y para ellos soy una marrón más, una minoría visible, una persona de color que por mucho que sepa de estadística, cuando haya un chequeo de seguridad estaré de nuevo en el random check (chequeo aleatorio) sin sentir que puedo expresar mi derecho y sintiendo otra vez el miedo a ser vulnerada por como luce mi cara.


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