En mi nuevo país, el azul es el color de la tristeza y la melancolía. Para mí, el azul es el color del amor, la profundidad, el placer y la verdad. Es el color de los ojos de la mujer que más he amado en la vida y quien más amor me dio: mi abuela. La vida se veía siempre mejor desde aquellos infinitos y brillantes ojos azules. Siempre nos vimos bellas una a la otra. Viéndola a los ojos experimenté risa, llanto, vergüenza, complicidad, y casi todas las emociones que solo nombrarlas harían este post inacabable. Azul es el mar que ella me enseñó a amar y respetar. Con ella aprendí que el mar cura las enfermedades del cuerpo y del alma. Aún hoy, lejos de mi natal caribe sigo creyendo que solo necesito un poco de mar para estar bien.
Azul es el color de la energía de la comunicación. Es el color del chakra de la garganta. No solamente implica hablar, también escuchar y hacer silencio. Reflexionar, respirar lo que se dice. La garganta es un espacio increíblemente importante y vital. Decide si lo que estamos tomando es aire o alimento y en una inteligencia automática dirige los nutrientes hacia el conducto adecuado. Así funciona energéticamente también.
Desde niña y adolescente tuve muchos problemas para comunicar mis sentimientos. No es casual que desde que recuerdo tuve inflamaciones en las amígdalas. Decir lo que se piensa, pedir lo que se quiere, expresar afectos, poner límites, decir no y hacer silencio no son tareas sencillas. Muchas veces olvidamos dedicarles el tiempo que necesitan para cultivar una comunicación coherente entre lo que ocurre afuera y adentro.
Hoy en los finales del invierno es el azul el color que me viste. Es tiempo de silencio y ruido al mismo tiempo, de reflexión entre lo digo y lo que callo.
No todo debe ser dicho.
Recuerdo cuando regresé a casa después de divorciarme a los 24 años. Casi nadie hablaba directamente. Eso hacía más molestos los rumores sobre "tan joven y divorciada". Mi abuela solo me tomó las manos y con sus hermosos y cristalinos ojos sin parpadear mirándome me dijo “yo sé que sabes que lo sé todo, y sé que no quieres hablarlo, cuando quieras aquí estoy y también está bien si nunca lo hablamos”. No había más nada que decir. Con solo verla sabía que ella sabía todo y respetaba que no era momento para que las palabras que no sabía articular en ese momento salieran por mi boca, pero no hacía falta.
Yo creo en la belleza de la luna y su lado oscuro. Esa parte misteriosa que nunca vemos y que intriga a muchos. No todo debe ser expuesto. Pero creo que debe ser un acto consciente y reflexivo, respetuoso y consensuado. Mi abuela me dió el espacio de callar aclarando que no había secretos entre nosotras. Y seguro que se fue del planeta sin saber muchas cosas de mí, pero ninguna era necesaria para ambas ni saber cuan grande es el amor que nos une.
Comunicación es más que emitir palabras.
Algunos creen que los humanos somos los únicos que tenemos una comunicación avanzada. Yo creo como otros que la naturaleza se comunica de muchas maneras y no solo la palabra expresa. El arte por ejemplo es una de mis maneras favoritas de expresión, como también lo es el silencio y la meditación.
Muchas veces lo que no se dice, es tan o más poderoso que lo que se dice. La palabra no dicha, la disculpa no aceptada, la caricia que no se dio, la risa o el llanto que nunca explotaron.
Para mí lo más importante es tomarse el tiempo de respirar y conectar lo que quiero decir con lo que realmente resuena internamente. No creo que sea casualidad que para hablar hay que mantener una delicada danza con la respiración, porque son los mismos órganos los involucrados. Escuchar con atención lo que dicen los otros, lo que pasa alrededor y lo que se piensa y se siente internamente, es clave para mí. A veces siento que muchos asumen que con solo usar palabras basta. Aprendí que va mucho más allá.
Azul: infinito, hermoso y profundo. Abundante y extraño al mismo tiempo.
Mis hijos con frecuencia me preguntan por qué no hay animales azules, y les digo que creo que fue que la naturaleza gastó todos los potes de pintura azul en el cielo y el mar y solo quedó un poco para algunas flores y mariposas y uno que otro insecto según ellos me corrigen. Ellos refutan, dicen que de ser así tampoco habría animales verdes y sí que los hay. Pero les recuerdo que por algo nos llaman el planeta azul.
Creo que todos los puntos de energía son vitales. Veo que con frecuencia olvidamos cuidar del aire y el agua y contaminamos sin mayor consciencia del impacto. Creo que con la misma frecuencia damos por hecho que hablar es comunicarse efectivamente y en consonancia con lo que sentimos. Creo que así como los habitantes del planeta azul olvidamos cuidar los mares, también olvidamos trabajar, fortalecer y educarnos en comunicación.
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