Durante las últimas semanas inesperadamente he estado haciendo más coaching de lo que tenía planificado. En este momento de mi maternidad, mi fuente de ingreso no está vinculada a ayudar a otros. Sin embargo me encanta tener sesiones en las que solo escucho a otros y soy testigo de cómo resuelven y desanudan aquel entramado que parecía infinito.
Uno de mis amigos y mentor me dijo que teníamos que buscar otra palabra para lo que hacemos, porque en rigor los coaches no hablan de su experiencia, tampoco opinan o dan consejos. Yo siento que estoy en una conversa amistosa con alguien a quien quiero y escucho con atención monolítica y sin fisura. Pero sí que cuento de mi vida, no por egolatría, creo que ver al ser humano es importante. Y lo disfruto con mi coach personal quien también rompe las normas.
Y en medio de una conversación, casi digo un par de veces, “confía en mí, todo va a salir”. Pero callé, porque no es en mí en quien tiene que confiar el otro. Solo yo debo confiar en mí para que mis metas se logren.
La confianza dicen algunos es algo que se gana, yo creo que se da sin saber ni confirmar. Confiar es un acto de fe, no de certezas. Después de una minuciosa inspección, no se confía, se sabe. Confiar es dar un salto al vacío sin saber que viene. Yo no me gané la confianza de mis hijos, ellos se dormían en mis brazos entregados y relajados, su aspecto seguro y sereno me hacía sentir al mismo tiempo plena y con la gran responsabilidad de contar con tal confianza. Mi jefe y colegas en cambio, respetan mi trabajo, porque me han visto producir resultados de calidad, y además saben que reconozco mis errores. Eso lo suelen llamar confianza, pero yo creo que es algo menos profundo y con menos riesgos.
Renunciar al trabajo después de conseguir otro es mucho más sencillo que renunciar para buscar un cambio confiando en que se va a conseguir otro sin tenerlo. Los mejores equipos de trabajo en los que he estado, y en los que encontré amigos que aún me acompañan en la vida, a pesar de que cambiamos de oficina, han sido los que han confiado en mí antes de ver mis resultados. Paradójicamente, siento que cuando se goza de confianza sin haberse demostrado, el desempeño es mucho mejor.
Pero confiar en uno mismo es un reto aún más grande. Porque nos conocemos mejor que nadie y solo nosotros sabemos los miedos más inconfesables y oscuros. Sabemos y magnificamos nuestras fallas y defectos, y solemos juzgarnos de la manera más ruda que jamás experimentamos. Por eso se trata de un reto aún más grande y poderoso. Y necesario. Porque, gente como yo prefiere confiar en otros y pagar el precio de la decepción, antes que perder tiempo en pruebas y garantías. Pero he visto como cambian los resultados cuando la persona que estoy apoyando en su proceso confía en sí misma. Así si más. Sin certezas ni razones, solo dice lo voy a lograr. Y lo logran.
Confía en ti, confiésate y créete tus sueños y deseos más alocados y sobre todo date el voto de confianza que esperas de otros. Tú sabes que lo puedes lograr, solo falta creer que lo mereces. Y lo mereces, todos los que amanecimos hoy merecemos lograr nuestros sueños. Algunos van a tardar más que otros, pero van a llegar.
Y los miedos, arrópalos con compresión y compasión. Los miedos son como niños asustados en la noche, solo necesitan amor, contención y espacio, para recordar que todo va a estar bien.
¡Hermoso escrito!