Cuando tenia 15 años era una rebelde sin causa, vestía de negro y andaba con una cruz en el pecho que mi primo dijo haber profanado del cementerio, sin embargo era sumisa y obediente, una muy mala combinación. Mi mamá había quedado sola a cargo de las niñitas, como nos decía, y sentía que debía darnos valores tradicionales, buenos estudios y honorable reputación. Así que viendo mi carácter, me mantenía, como decía ella, con la cuerda corta.
En ese escenario mi primer novio fue un torbellino, era un par de años mayor que yo, un surfista de cabello oxigenado que había dejado los estudios formales y sonreía sin necesitar ningún motivo. Como dirían mis amigos de Costa Rica, era Pura vida. En casa no era nada fácil y las visitas eran supervisadas, como cuando mi abuela hacía lo propio en su casa, sin embargo nos las ingeniamos y fue divertido. A los pocos meses me dejó, porque yo era una buena niña.
Después de llorar intensamente como corresponde al primer amor, me comporte adecuadamente, me refugie en el grupo religioso juvenil, comencé un noviazgo con un andino serio y amargado, estudie con frenesí y me gradué con medias panty y zapatos de tacón, de esos que maltratan los pies pero se ven elegantes.
Así pues a los 19 años estaba graduada, tenía un cargo formal en la escuela, mi tesis con honores seria publicada, y me estaban preparando para ser promovida a coordinadora. Tenía un novio serio (no divertido) que le gustaba a mi familia y hablábamos de matrimonio e hijos. Sin darme cuenta, y sin haber vivido, era adulta.
Y descubrí la Universidad y la Sociología
Un día fui con él a la Universidad en la que estudiaba Sociología. Yo había estudiado en un Colegio Universitario pequeño, y casi todas mis compañeras de clases eran mujeres y mucho mayores que yo. La diversión consistía en escaparnos a la construcción de la esquina a comprar empanadas con los obreros.
Ese día en cuestión, subimos a las canchas de la Universidad y estaban allí sus amigos cantando completamente desafinados una canción de Queen. Yo alucinaba de la emoción, él, obstinado, esperaba que terminaran para hablar sobre qué se yo academicismo. Ese día me di cuenta que me estaba perdiendo de la mejor parte de la universidad y que no estaba lista para ser gente grande. Tarde mas en darme cuenta que estaba con la pareja inadecuada pero eso es otra historia.
Así que como era bien portada, o pretendía serlo, no podía decir eso, sino que quería complementar mi formación y estudiar Psicología.
Pero un día en una reunión de equipo de quien se convertiría en mi primer esposo, conocí a un chico desatado. Otro que sonría sin motivo, con la camisa a medio abotonar y las mangas remangadas comenzó a hablar de variables y tendencias al analizar la realidad. Yo me quedé escuchando entusiasmada, y así sin más decidí que la Psicología estaba bien sin mí al tiempo que mi alma se había enamorado de la Sociología.
Y encontré mi hogar y mi familia y sobre todo mucha alegría
Me encanta eso que dice que la familia pueden ser amigos, pero los amigos son familia. Yo lo he vivido así. Comencé mis estudios de Sociología muy formal y seria como correspondía, pero con el tiempo la rebeldía y mal comportamiento fueron alzando vuelo. Y finalmente aprendí a dejar de obedecer y ser sumisa.
La cuerda corta cambiaba de dueño porque estaba por casarme, pero el ambiente de la universidad, el bullicio y sobre todo el grupo maravilloso de gente que me tocó le subieron el volumen a mi radio interna para nunca volverse a silenciar.
Me encanta describir mis años en la universidad asociados a mi transformación física y personal, comencé la carrera con el cabello ochentoso permanentado y los labios rojos desde las 7 de la mañana, con un trabajo profesional, silenciosa, formal y comprometida para casarme. Terminé la carrera con el cabello corto pintado de rojo, sin maquillaje, bulliciosa, divorciada, con un novio que bailaba sin parar, y yo finalmente sin pedir permiso para reír.
Mientras avanzaba la carrera el grupo se reducía, hasta que en el tercer año, cuando oficialmente tomábamos la especialidad de Sociología, quedamos 22, quienes hemos estado juntos desde entonces, hace más de 20 años.
Hemos reído y llorado juntos, celebramos la vida y los nacimientos de nuestros hijos, nos hemos consolado cuando alguien cercano nos deja en ese plano, incluyendo la dura experiencia de ver a uno del grupo partir tempranamente aun sin terminar los estudios.
Solíamos tener fiestas con frecuencia mientras estudiábamos, y después de finalizar los estudios. Nos reunimos con y sin motivo, cumpleaños, carnavales, un día cualquiera era suficiente para compartir bebidas, bailes y risa, y pues sí claro, también mucha perolata sobre sociedad, cultura y política, y cualquier tema asociado, porque todos hablamos hasta por los codos.
Trabaje más de una vez con casi todos, después del trabajo de campo obligatorio en la carrera, tuve la oportunidad de hacer un par trabajos en campo más con una parte del grupo, simplemente fantástico. Una de las cosas más geniales es que somos una suerte de red de apoyo y edición del resto, con frecuencia nos consultamos y respetamos mucho la opinión de los otros.
Recordar es vivir
Pero no para quedarse en el pasado como dice la canción. Yo veo las fotos de las fiestas y las risas y me siento orgullosa de haberle dado un giro al volante cuando no estaba lista para ser gente seria. Estoy orgullosa de que ese día soñé estar cantando desafinada, y vaya que lo logré, porque soy completamente desafinada, y lo mejor es que nunca mas tuve problemas para cantar a viva voz con y sin público, solo por el simple placer de ser feliz.
Yo amo los recuerdos con mis amigos de la universidad, tanto como a cada uno de ellos. Pero no con la añoranza de todo tiempo pasado fue mejor, esos recuerdos me llenan de vida porque fueron maravillosos, y son para mí un impulso para seguir soñando y construyendo memorias formidables.
Como aprendí tempranamente en mis clases de teatro presentado el Principito, no estoy lista para crecer y nunca me convertiré en adulta. A los 19 años lance por la ventana la vida "perfecta" para nunca regresar al camino de lo esperado y lo correcto y tener una vida real.
Aún no se porque, pero la vida me regaló el mejor grupo de amigos de universidad que se puede tener en el planeta, con quienes a pesar de la diáspora que a algunos nos impuso la situación de Venezuela, mantenemos contacto, aún esparcidos por cada rincón del planeta, hablamos y reímos, como diría Simón Díaz, sin horario ni fecha en el calendario.
Comments