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Desafiando el género para crear una narrativa propia, real y mágica,

Yo no creo en las etiquetas, me molestan los géneros porque encasillan. Y en mi rebeldía, quiero usar mis letras para desafiar el género literario cuando se usa para escribir la propia historia, el futuro y destino.


Heredera de la cultura greco romana y judeo cristiana, fuí socializada y educada para vivir la vida como una tragedia y creer en un futuro escrito y predestinado. Con los años lo ajusté diciendo que vivía entre la tragedia y la comedia, y haciendo de todo un chiste, logre dar rienda suelta a mis ímpetus. Sin embargo, eso no solucionó el problema, porque como dice Freud, es con el chiste que se expresa en inconsciente. Dándomelas de graciosa, he logrado expresar mi “malestar por la cultura”, pero eso no cambia la ópera.


Porque, desde mi lectura, el peso de la tragedia, aún cuando puede postergarse, es inexorable. Asumir el destino trágico, es para mí la base del síndrome de impostores, del miedo al fracaso y tantas trabas que nos impiden lograr los sueños. Muchos años los pasé esperando ver donde estaban las letras pequeñas, la trampa o cuanto me costaría ese triunfo. Eso no me limitó, pero eclipsó saborearlos en su máxima intensidad los logros. Yo sabía internamente, que algún costo habría que pagar, y aprendí que era mejor estar preparado para no “morir de desengaños”.


Una narrativa nueva


Como latinoamericana, quiero envolverme en las licencias de mis héroes de las letras, y tomar el realismo mágico para escribir mi narrativa cotidiana. No tengo mayor interés en reescribir el pasado porque ya no existe, solo quiero darme la licencia de expresarme de mis maneras absurdas, particulares y cotidianas, donde las explicaciones no tienen porqué ser racionales, las conexiones pueden ser atemporales y sobre todo el final es absolutamente inesperado y maravilloso. Es mágico y desconocido. Quiero escribirme como un poema con rimas que varían y volar.


He visto con frecuencia como a las personas buscando integrarse en norteamérica, les cuesta creer que romperán con su destino signado por un autodenominado subdesarrollo. He visto muchas ideas brillantes oscurecerse porque se definen nacer en el lugar equivocado. Muchas veces me sorprendo a mi misma repitiendo mandatos sin fundamento tales como “es un gran logro considerando que soy mujer” (o inmigrante). Me he esmerado en desaprender ese camino de historias falsas y fatídicas, que se nos vendieron como verdades, y que pudiendo ser ciertas para algunos, no lo son para otros. Me revelo contra las vacas flacas, las plagas, las condenas generacionales, los castigos y todo aquello que corroe la creatividad y la aventura espontánea, auténtica e ingenua, no predestinada ni escrita.


No se trata del destino, porque el destino se construye en el camino


Lugar común de muchas canciones y poemas, yo no creo en la meta como un lugar ni un estado logrado, más bien la defino como un ideal, pero uno cambiante y activo, vivo. Por eso no se logra, al contrario se busca siempre y al mismo tiempo vivir en su búsqueda es lograrla. Cada día, logro una y arranco otra, y el collage surrealista de todas es mi vida, una forma difusa mientras se construye y que solo tendrá sentido al final, cuando deje este plano.

Los héroes de las tragedias griegas y las proezas de las historias bíblicas tienen una meta noble, clara desde el inicio, que se logra después de atravesar las más crudas adversidades. Y la diosa fama o la divinidad les aplaude, porque, pese a todos los tropiezos y demonios, lo lograron. Así Ulises regresó a Ítaca y Josue entró a la tierra prometida. Así se llenó el Olimpo de dioses y las iglesias de santos.


Esa narrativa no me resuena. Yo no quiero volver a ninguna parte, porque no es posible, mi punto de partida ya no existe. La Venezuela que dejé hace 10 años murió ese día que alce vuelo después de atravesar el bello mural de Cruz Diez. Y otra Venezuela hermosa está viva y ardiente, una desconozco y que no sabe de mis últimas aventuras. Mi amada Montreal no es la misma de la que me enamore, ni es la que vibraba antes de la pandemia que silenció las risas, ni la que dejo cuando escapó de sus gélidos susurros de largo invierno. Ni yo soy la que era, y no es solo que cambio estilo y de cabello más que de franela, es que los días, las aventuras, la gente y las experiencias me dan colores que cambian todo.


Yo celebro descubrir que se quebró el oráculo que nunca existió. Celebro el caos y la espontaneidad. No vivo una condena a cien años de soledad. Creo que los poetas y escritores nunca quisieron ser profetas, y quisieron decirnos que tomáramos las riendas de nuestra historia y creáramos una propia, única e irrepetible, que no necesita ser probada, ni aplaudida. No tiene que ser mi vida una odisea para ser gloriosa y perfecta. Y no necesito el aplauso y reconocimiento de los otros, soy yo misma y mi felicidad la única medida del logro verdadero y mío.


Creo que todos tenemos la misma licencia poética de escribir nuestro presente y sentir la alegría indescriptible y extática del logro, buscando un sueño difuso, aunque para otros sea absurdo o imposible.



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Silencio Lola

1 commentaire


Jhoja Millan
Jhoja Millan
07 avr. 2023

"No necesito el aplauso y reconocimiento de los otros". No los necesitamos, pero reconozco tu gran arte y te aplaudo mana. Tu lectura es precisa, honesta, vulnerable, transparente. Me encanta :)

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