De niña no me gustaban las cosas de niña. Las Barbies me parecían muy aburridas, pero no me dejaban jugar con carritos o montar en patinetas con mis primos, esas eran cosas de varones, peligrosas y no eran apropiadas para una niña.
Desde hace 12 años soy mamá, una poco convencional que no cree en que los juegos tengan nada que ver con el género. Sin embargo, como muchas otras mamás, si hay alguna empresa en la que he invertido constantemente es Lego. A pesar de nunca haber tenido un Lego, sentía que era el mejor juguete que le podría comprar a mis hijos.
Hace un mes por primera vez en mi vida me compré algo superfluo, sin ninguna funcionalidad. Por primera vez tengo un lego solo para mí. Un Lego es algo absolutamente inútil. No es para comer, ni para vestir, no es un viaje o una película. Es un juguete, sin embargo no es muy práctico para jugar porque se desarma. Es puro placer de hacer algo solo por hacerlo. Es construir y crear. Y eso lo hace maravilloso y me siento aún más feliz de haber comprado tantos legos. Y se que me quedan muchos más por comprar hasta que mis hijos empiecen a pagarlos ellos mismos. Conozco muchos adultos que arman legos frecuentemente. Esta semana finalmente pude comprender por qué.
Una metáfora de la vida en una caja de cartón
Armar un lego es como vivir una aventura, como buscar trabajo, empezar en un nuevo país, cambiar de carrera, comenzar, mantener o terminar una relación. Armar legos es cautivante porque es como la vida misma.
Todo comienza con una promesa, una caja con una imagen que nos cautiva, pero que no existe más allá de la promesa. En un acto de confianza, de fe. Todas esas piezas van a construir algo. Y todas las que necesitas están allí. No fueron pocas las veces que mi mente racional me jugó una trampa y dudé de tener todo lo que necesitaba. Más de una vez salí diciendo que me habían faltado piezas. Cada vez, mis expertos de Lego vinieron riendo, reconociéndose en el mismo lugar en el pasado y con paciencia vieron la mesa diciendo “solo tienes que buscar con calma, todo lo que necesitas está allí”.
Como en la vida, a veces pensamos que no tenemos, que falta, que es injusto, que de todos los seres humanos, fue a nosotros que nos tocó la mala suerte, pero la vida, o como cada quien lo llame, nos provee de todos los recursos. Todo lo necesario viene en la caja de Lego, todo lo necesario está en nuestra vida, solo hay que buscar con paciencia.
Piezas sueltas que arman historias
Pero el lego no viene hecho. La belleza, el disfrute, está en hacerlo. Podrías comprar una figura hecha, sería mucho más resistente y rápido, pero no tendría tu participación. Para mí, y confirmado con mis hijos, la magia viene de participar en la construcción, sentirte parte de lo que ocurre. Verlo armando y sentir que parte de tu trabajo está allí, parte de ti está en esa pieza.
Las instrucciones son otra parte fundamental, no tienen una palabra. No puedo imaginar algo más inclusivo, no importa el idioma que hables un abrazo es un abrazo y un lego se coloca sobre el otro.
Son imágenes claras, a las que se les debe prestar mucha atención. Y cuando algo se descuadra, lo cual pasa con frecuencia si uno se distrae, pues solo hay que regresar sobre los últimos pasos, revisar el error, corregirlo y todo solucionado.
No encuentro mejor metáfora sobre cometer errores y arreglarlos. No se puede arreglar un Lego en desespero, o rabia o llanto, hay que estar concentrados y calmados, buscando con humildad que ocurrió, así creo que se solucionan los conflictos se aprende de los errores.
Conectar los puntos
Las piezas de lego solas, tienen una belleza individual, pero no dicen nada de la obra completa. Sin embargo, para mi sorpresa, la experiencia del Lego no se trata de la obra final, sino del proceso. Ciertamente el Lego armado tiene una belleza inexplicable, pero, como en la vida, no es el destino sino el recorrido. Muchas estructuras internas nunca se verán expuestas. Podría ser una sola pieza interior, podrían ser todas grises. Pero los artistas de Lego ponen un extra esfuerzo en que las estructuras internas sean placenteras, coloridas y retadoras. Cada paso es emocionante y potencialmente frustrante al mismo tiempo.
Mis hijos vinieron varias veces a ayudarme, estaban muy emocionados y orgullosos de mi armando mi primer lego. En realidad fueron ellos quienes descubrieron este set y vinieron corriendo a decirme que era especial para mí. Sin embargo después de unos minutos dijeron “ es un set para adultos mamá, no tiene cosas divertidas en cada paso, los de niños tiene sorpresas”.
Estaba armando una pared de azules, había varios tonos y las cantidades de cada tono eran groseramente desproporcionadas. Lo cual hacía un azul turquesa especial. No solo era el más brillante sino también el más escaso. Cada nueva fila me preguntaba cuándo sería el momento de poner la última pieza turquesa. Como cuando se guarda el último bocado de un postre delicioso para saborearlo más. Pero cada bocado es maravilloso, como cada pieza. Para mi sorpresa la última pieza turquesa la coloqué sin darme cuenta, el set incluye dos extras, y al final de las instrucciones como una broma colocan la pila de piezas restantes. Hasta para adultos hay sorpresas y chistes internos cuando se arman Legos.
Disfrutar, crear y recomenzar
Una vez que el lego está logrado es simplemente hermoso. Me he sorprendido pensando en si cambiar esta pieza o la otra mejoraría el resultado final. Lo veo y me encanta. Ahora entiendo a mis hijos jugando a crear cosas nuevas, hacer modificaciones. Es una explosión de creatividad, un momento de reconocer a quien lo ideó, la gratitud de tenerlo y haber disfrutado el proceso, es simplemente cautivador y emocionante.
Y entiendo aún más por qué al terminar un set mis hijos piden uno nuevo, como en la vida, al terminar una aventura es momento de empezar una nueva. Y a veces las piezas están allí, solo ponerlas de forma diferente van a contar otra historia.
Y pues es cierto, que comencé con una obra de arte de una obra de arte. The starry night de Van Gogh es una de mis obras favoritas y esta belleza es ahora lo que decora mi oficina.
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