Con frecuencia la vida moderna se siente como una carrera hacia la nada. La carrera de la rata en donde vamos todos buscando más pero nunca llegamos porque nunca es suficiente. A veces converso con adultos a quienes las metas del año anterior ya le quedan pequeñas y ahora es necesaria una casa más grande, otro baño y un nuevo carro. La verdad cada vez converso menos con adultos.
Usualmente ellos mismos refieren estar cansados y hasta tener una sensación de frustración al no lograr una vida plena. De alguna manera expresan que lo que hacen no les genera satisfacción, pero de hacer lo que quisieran no tendrán comodidades. Esas conversaciones me recuerdan este diagrama que he visto muchas veces en redes sociales.
Usualmente escucho personas hablando de mala suerte, o falta de opciones y oportunidades. Yo creo que también juega un papel la falta de creer que otra historia es posible.
Encontrar el balance: Flow
Flow, descrito en la teoría de Mihaly Csikszentmihalyi, se trata de un estado de placer lo suficientemente emocionante para evitar el aburrimiento, pero no imposible que genere ansiedad. Se trata para mí de encontrar el propósito en la vida y vivirlo placenteramente.
Algunas veces este balance lo he visto en las redes sociales usando la palabra japonesa Ikigai. Pero un amigo Japonés me explicó que la mejor traducción sería tener un propósito vital, y que no necesariamente está vinculado al trabajo ni la remuneración. Lo mismo pasa con Nirvana, descrito en el hinduismo como estado de perfecto de felicidad, pero de nuevo implica un desapego a lo material.
Flow por su parte puede o no estar vinculado al desarrollo profesional y económico de la persona. Por eso para mi expresa mejor lo que este tipo de diagramas comunes tratan de mostrar: todas las opciones parciales implican con un costo personal o material.
Desde mi experiencia, parece ser un deseo común tratar de encontrar balance entre los deseos y necesidades internas y externas. Para mí se llama flow, pero puede tener cualquier nombre. Para algunos es una tarea imposible, para otros un ideal del que vivimos los soñadores, y para algunos una forma de vida.
Con frecuencia me he encontrado de paso con adultos que me llaman infantil y debo crecer o que he tenido suerte y por eso sigo viviendo mi fantasía. Creo que ambas son ciertas con una importante aclaratoria. No voy a crecer, si no me he vuelto adulta a los 46 ya no creo que pase (y espero que no). Y por otro lado creo que la suerte no llega, se busca. A veces está escondida bajo piedras y obstáculos, pero allí está. Solo hay que buscarla, pero parafraseando a Saint-Exupéry, no se va a encontrar mirando con los ojos, es esencial e invisible para los adultos.
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