Un garabato es un trazo que no se sabe dónde comienza ni termina. No queda claro donde se une, sigue o se detiene. No se sabe si son altos o bajos y sobre todo no tiene un significado único. Así es para mí la vida, un verdadero garabato. Las formas se las ve uno mismo dependiendo del momento y lo que esté ocurriendo, a veces los altos se ven bajos y al revés. Todo depende no solo del cristal, sino desde dónde se mire y quién lo mire.
Durante el hermosísimo discurso de graduación para su hijo en Stanford, Steve Jobs dijo, entre otras cosas, que los puntos no se pueden conectar hacia el futuro, sólo se puede conectar hacia el pasado, porque cuando pasan las cosas uno no entiende cómo se van a relacionar. Yo agrego, que además cada vez que se arma la secuencia de los puntos se hacen figuras nuevas. No es lo mismo como uno los puntos de mi historia hoy, que hace 10 o 20 años, y seguramente en 5 o 10 años, será una narrativa completamente diferente.
Por eso me defino como un garabato, una jitanjáfora, una palabra que no tiene significado establecido y que se define así misma. Creo que todos somos garabatos y jitanjáforas, pero nos convencen de tener nombres y formas que viene acompañado de etiquetas expectativas y muchas, muchas frustraciones. Creo que como seres humanos somos mucho más que nombres, títulos, propiedades, trabajos, familiares etc. Somos una combinación de todo eso y al mismo tiempo de nada de eso. Porque lo que hace más bellos a los garabatos es el espacio, el vacío entre ellos, donde aparentemente no hay nada y se forma todo.
La libertad de ser alguien sin etiquetas no es rentable, porque se es feliz sin tener la talla adecuada, ni el carro de último modelo, ni la casa remodelada, ni el matrimonio perfecto ni los hijos que nunca pelean también significa que no se necesita de mucho para ser feliz. Y no quiero decir que ser un garabato es no tener problemas. Enredada dirían algunos, divertida prefiero decir yo, porque ser un garabato humano, nunca es aburrido.
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