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La realidad en las redes, un mundo hiper comunicado donde ya no nos comunicamos

Yo vengo de un mundo del pasado. Yo estudié, me gradué y casé sin internet, celular ni redes sociales. Pero como todas esas cosas las hice al menos dos veces, pues también las viví en los inicios de nuestra modernidad panóptica. Sin embargo afortunadamente, para el momento que tuve citas casuales antes de mi segundo matrimonio los teléfonos inteligentes eran un bien de lujo y las redes sociales eran inmaduros prototipos. Yo soy lo que llaman una más de la generación X.


Experiencias difíciles de explicar cuando hablo con Millennials (y con mis hijos)


En mi mundo del pasado, investigar requería ir a la biblioteca y usar ficheros. Hace unos años esperaba en la biblioteca de la Universidad para entrar a una charla y estaba cerca a los ficheros de madera. Una de las chicas voluntarias me pregunto si necesita ayuda y comenzó a explicarme “ sabe qué es esto? En el pasado se usaban para buscar, eran como el catálogo de búsqueda de la biblioteca pero en tarjetas” a lo que le dije “si, gracias yo vengo del pasado”, Su cara era poética, ella pensaba que se refería a un pasado lejano y desconocido.


Mis primeros trabajos de la universidad los seguía haciendo a máquina. Al graduarme de bachiller me había regalado una máquina eléctrica, porque la que tenía una pesada e incómoda manual, de esas que originaron el orden de las letras en el teclado (QWERTY o AZERTY). A veces tenía acceso a unas modernas que guardaban en memoria hasta una página, se podía escribir todo y corregir antes de imprimir. Pero en reglas generales se hacía un borrador y si la hoja se dañaba por algún motivo había que hacer todo otra vez. Solo para mi tesis conseguí una computadora prestada.


Teníamos citas sin celular, nos poníamos de acuerdo en un lugar y hora a veces con días de antelación, y allí esperábamos, si era mucho tiempo pues uno se iba y en algún momento se sabría que pasó. Cuando tenía citas no haba social media ni likes ni hashtags, uno salía y podía hacer y deshacer, reír, comer y solo quedaba el recuerdo. Y los malos o embarazosos recuerdos uno solo los negaba hasta el cansancio y todo resuelto. Aunque algunos eran realmente muy públicos y permanecen en la memoria aunque no exista foto ni video.


No teníamos google maps ni GPS, en su lugar usábamos inmensos mapas doblados, pedíamos direcciones a la gente y opiniones a los sitios donde ir. No existía trip advisor y la opinión de conocidos o una publicidad en la vía eran la manera de saber sobre nuevos lugares para comer come beber.


Para tener fotos necesitaba que alguien llevaba una cámara, que tuviera película con disponibilidad y baterías cargadas. Habría que esperar a que se terminara toda la película, llevarla a estudio de revelado y ver cuales no se había velado o salido movidas, esto tomaba días y a veces hasta meses. Las fotos eran algo especial, en algún momento se captaba algo o se planificaba una foto grupal, y luego había que guardarlas adecuadamente. Solo se podían tener inmediatamente las instantáneas, sin embargo eran absolutamente únicas e irrepetibles. Cuidar las fotos también implicaba cuidar los negativos en caso de querer hacer otra.


Cuando buscábamos trabajo el currículum incluía referencias personales con nombre y teléfono. Como no existía Linkedin, es cierto que se podía exagerar libremente porque pocas veces las referencias se confirmaban.


En esa época uno se dedicaba canciones y si realmente se quería compartir la música, se grababa una cinta magnética con las canciones seleccionadas y se daba como regalo, Era un regalo super personal y que requería horas de dedicación y esfuerzo en la selección, recolección y edición.


La gente que conocíamos estaba cerca, hablamos con ellos, sabíamos de ellos, habían recuerdos en común. Y si estaban lejos se les podían escribir cartas, pero podían demorar hasta meses en llegar y a veces se perdían en las oficinas de correos. También les llamábamos por teléfono, pero las llamadas internacionales eran sumamente costosas. En esa época nos decíamos las cosas y los rumores requieran esfuerzo y tiempo para ser difundidos.


Y sin previo aviso todo cambió

Cuando mi abuela era joven muchas de las cosas cotidianas de mi realidad le eran sorprendentes, y aún recuerdo su cara cuando hablo por primera vez desde teléfono celular en un carro. El cambio social suele ser imprevisto y en los últimos años la tecnología ha dando brincos exponenciales que algunos no esperábamos ver tan rápido y accesibles a todos.


Yo recuerdo los primeros días con acceso a internet, a Google, al correo electrónico, mensajes de texto, chat, Gps, música digital, teléfonos celulares, cámaras digitales. Todas esas tecnologías llegaban un día sin mucho aviso y a los pocos días se integraban con una naturalidad increíble, y brindaban todas beneficios de comodidad y gustos tales que aunque sabíamos vivir sin ellos, pues optamos por pagar el precio de disfrutarlas.


Pero una segunda ola vino cuando la hiper información nos empezó a incluir como parte del catálogo. Facebook tímidamente nos invitó a reconstruir la historia personal y reconectar con amigos y conocidos a quienes habíamos perdido de vista. Entonces proliferaron los re-encuentros de todo tipo, y allí todos confirmábamos quien estaba envejecido o tenía un buen trabajo. Comenzaron a salir fotos de todos los rincones, y de un momento a otro estábamos asociados a montones de fotos con gente que no queríamos estar más, o recuerdos que quizá preferíamos borrar. Pero también pudimos recuperar otras que pensábamos nunca mas veríamos.


De pronto peleas con amigos y terminar con una pareja no era una discusión privada, sino un cambio de estado en la cuenta personal que era notificado en tiempo real a todos los conocidos. El bullying también se hizo más rápido y exponencial. Adicionalmente nuestros padres también abrieron cuentas y además nosotros envejecimos, así que un dejó de ser el espacio de encuentro para jóvenes.


Pero tratando de comunicarnos mas, nos comunicamos menos

Yo veo ventajas en la redes sociales, y ciertamente las uso, pero para mí son un medio y no un fin. Para ser muy honesta, perdí la cuenta de cuántas redes existen hoy en día.


Yo no estoy acostumbrada, y hasta me intimida, que así no mas me metan música en mi lista de Spotify. Ya no hay que pasar horas recolectado la música ni editando, pero sigue siendo mi espacio personal. No me gusta ver gente que no conozco diciendo que son mis amigos en Facebook porque la verdad es que mis amigos son pocos y realmente a todos los conozco.


Estamos llenos de videos de reflexión que critican el tiempo que pasamos en las redes sociales, y lo paradójico es que usamos redes para difundirlos y les damos miles de likes y los compartimos. En particular me encanta ese meme que se le atribuye a Jean-François Leroy “Twitter te hace creer que eres sabio, Instagram que eres fotógrafo, y Facebook que tienes amigos. El despertar va a ser duro”. También me da mucha risa un video viejo de la artista española “la Ogra” Te borro del Feisbuh, y me pregunto también de donde saca la gente el tiempo para interactuar con tantas redes. Y entonces entiendo que no tienen tiempo porque es demasiada información, pero como hay un deseo y necesidad de estar al día, entonces se dedican segundos a escanear el historial y repartir likes y corazones sin compromiso.


Yo uso las redes. Recién acabo de comenzar con mi amiga Raquel @sisterhoodcomunidad, un proyecto en instagram que aun está en fase experimental. También promuevo mi blog usando redes, entiendo su poder comunicativo pero no les doy poder sobre mi vida. Muy honestamente, yo sigo sin entender la lógica tras los like, porque cuando yo digo que algo me gusta es porque lo he probado, lo he sentido, me llegó y tocó alguna emoción, y al menos yo necesito tiempo, no logro conectarme en segundos ni siento la necesidad de seguir todos los post en el feed.


Yo no entiendo pasar una cena con amigos todos mirando los teléfonos y posteando fotos de lo que ocurre, para al salir enviar un mensaje a los que acaban de estar en la mesa. Para mí, un relación no se termina por sacar a la persona del Facebook, yo soy de las que pelea y arma escenas dignas de telenovelas mexicanas. Me causa mucha gracia la parodia de la parodia de introducción de la serie de TV Friends versión actual, todos ensimismados en sus teléfonos, tomando fotos y selfies, nadie juega, nadie se divierte pero todos pretenden. Yo soy de la generación que disfrutó Friends, la serie de amigos haciendo bobadas, tanto así que la estoy viendo completa de nuevo.


Una nueva realidad inventada

Estamos ante una nueva definición de lo social, o lo anti social, no tener huella digital es problemático como lo pone con mucha gracia esta parodia, lo que está en las redes existe y por lo tanto es real. Por ejemplo yo tuve que abrir una cuenta de Facebook para promover mi blog, después de haber cerrado mi cuenta original. Fue un proceso largo y complicado, una vez fuera, volver no es sencillo. Finalmente descubrí que mi perfil estaba atado a mi fecha de nacimiento y correo, así que coloque una fecha aleatoria sin ponerle atención. Cada año amigos cercanos me felicitaban ese día y el día real de mi cumpleaños real. Me hacía mucha gracia y les explicaba con detalle que era un error, y que en dado caso celebraba un no cumpleaños… en varios casos las personas se enojaron, porque Facebook decía que era mi cumpleaños por lo tanto lo era (y además tenía 5 años menos).


Muchas veces me han llamado amigas y conocidas para manifestar su tristeza por no tener una vida normal y seriamente deprimente, “yo tengo problemas terribles, (dicen) no como las demás, no ves lo que ponen en Facebook e Instagram? todo lo bien que les va?”.


Yo tengo problemas a diario, mi vida es lejos de ser perfecta y creo que nadie tiene la vida que postea. Yo las llamo vida Facebook y amor de redes sociales, que puede ser la manera valida para algunos, pero honestamente no me interesa. Un día me puse a pensar en porque la mayoría de mis “amigas” salían siempre bellas sin ojeras, porque yo no me veo así ni con maquillaje. Una de ellas me mostró el secreto a voces: filtros para borrar las imperfecciones de la piel. A cada rato tropiezo consejos para fotos que tengan likes, post que sean populares, son siempre una fórmula que poco tiene de personal y mucho de seguir el juego a lo que marca lo establecido, consejos que obviamente no estoy siguiendo.


Yo siento que deambulamos en una sociedad hiper reglamentada en la que hay que mostrarse como exitosos, en las que la vida normal no es interesante y el sufrimiento cotidiano es cautivador, pero debe ser mostrado sin filtro. Donde generan más endorfinas 100 corazones digitales que una llamada con una amiga. Vivimos una realidad en la que las tragedias son generadoras de likes. Hay un resurgir de los auténtico y la invitación es a mostrarse sin recelo y sobre exponer la cotidianidad y dejarla al alcance de todos en los servidores de Facebook y Google. Eso tampoco va conmigo.


Yo trabajo con tecnologías de información. Yo agradezco, uso y disfruto a diario de toda la tecnología que tenemos al alcance. Pero no me siento en este momento atraída por dejar que una red social se apropie de mi vida y mis sentimientos. Me niego a pasar el dia esperando a ver cuantos likes tiene mi post, mi placer está en escribir no más, si es muy largo para mucha gente ocupada, está bien para mi. Yo quiero tener emoción cuando me llama una amiga, o simplemente llamarla yo, quiero sonreir cuando mis hijos vienen a pedirme jugar, cuando descubrimos un bosque para pasar la tarde de verano.


Yo no quiero vivir en el mundo de la VR (Realidad Virtual) al contrario quiero y vivo en el mundo de RR (Realidad Real) donde la comunicación es un compromiso y expone mis sentimientos, y mi vida imperfecta es maravillosa. Para mi las redes son un medio para exponer mis letras y ofrecer apoyo, no más que eso.



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