Para mi las ciudades son mujeres. Como soy mujer, feliz de serlo, creo que definirlas así, describe lo complejas, intensas, enigmáticas y seductoras que son. Quizá debo decir, para mí las ciudades son mujeres, dentro de mi definición de ser mujer.
Soy viajera y amiguera, me encanta conocer sitios nuevos, y gente nueva. Pero soy selectiva. Me encanta descubrir los secretos, las costuras. No me interesa la vida perfecta de las redes sociales, y eso aplica para las personas y las ciudades. Me gusta sumergirme en la realidad, igualmente placentera e hipnotizante, como apestosa y nauseabunda.
Y creo que hay lugares que conquistan el alma en todo su esplendor, me ha pasado, no pocas veces. Me enamoro con facilidad la verdad, de la gente y de las ciudades también. Quiero tomarme la licencia de escribir sobre mis mujeres más amadas, las ciudades en las que he dejado un pedazo de corazón al partir. No me gustan todas las ciudades, ni tampoco soy amiga de todo el mundo.
Y arranco así, sin orden ni preferencia, porque creo que el amor no se organiza por rangos, se ama y punto. No tengo un hijo favorito, tampoco una ciudad favorita. Hoy empiezo esta serie, confesando en cuento mi amor por Barcelona. El sonido de los motores del avión no son suficientes para apagar la música en mi cabeza, sosegando el crujido profundo por dejarla una vez más. Freddie Mercury y Montserrat Caballé suenan incesantes a todo volumen en mi fantasía, cantando su nombre armónicamente, mientras estas letras, que llevo días escribiendo en mi mente mientras me adentraba en sus siluetas, van tomando forma.
Barcelona para mi es una catalana exuberante y tímida al mismo tiempo. Tez blanca, ojos claros e intensos, cabellos negros y labios rojos hacen imposible no verla. Alta de paso firme en tacones altos, camina delante sin hacer escándalo. Su sola presencia llena el espacio sin preguntas. Una rebelde aguerrida, que defiende su derecho, su lengua y su cultura. Lleva heridas profundas de los años de la guerra y la represión. Bajo sus ropas se dejan ver cicatrices inconfesables de cuando era un reino que pudo ser imperio.
Es difícil saber quién está de paso y quien es de allí. Amantes de turno pagan tributo a su inigualable belleza, y ella hermosa y orgullosa de sus atributos, no se siente prostituida, acepta complacida los pagos bien merecidos. Algunos locales están hartos de las miradas polaroid que vienen por segundo a tomarse la selfie de moda, no la saborean, no la disfrutan ni la respetan, o quizá lo hacen, a su manera. Otros aprovechan los ríos de dinero que traen los extranjeros, hambrientos de llevarse consigo algo de tanta belleza. Al final del día, saben que los de paso nunca la van a poseer.
Barcelona es arte, pero arte incomprendida en su tiempo y diferente. El modernismo catalán rompió el mundo y Gaudí nos regaló una iglesia que más allá de la religión que él profesaba, nos une a almas de todas las creencias en torno a la belleza, el ingenio, la creatividad y la diferencia. Todo con tanta ciencia y estructura que deja sin aliento a todos. Hay que ser genial, para cautivar miradas con una obra incompleta y casi imposible.
Barcelona es fiesta y fútbol. Es copas alzadas por locales y extraños que todos bajo el mismo color y bandera llenan de gloria la ciudad y las calles. Barcelona es fiesta a todo volumen, es victoria a todo pulmón y llanto de derrota y despecho sin disimulo.
Desde las calles pequeñas e íntimas en Gracia, los pasadizos estrechos cruzados con ruinas romanas en el enigmático barrio Gótico, las calles anchas modernas y lujosa del Paseo de Gracia, el barrio moderno con parque tecnológico, y mucho más que harían este post interminable, se completa el collage entre lo tradicional, lo disruptivo y lo moderno. La ciudad está llena de alegría y buen comer, placer y vivir 24 horas y sin descanso.
Barcelona sin embargo tiene para mí algo que la hace dueña de mi corazón, está al borde del mar, el mar azul como los ojos de mi abuela. ¿Cómo se puede tener tanto en un solo sitio?. Dar una caminata deslumbrada con el genio de un visionario, entre cortado con edificios que cuentan la historia de Europa, para bañarse en las frías aguas del mediterráneo.
Barcelona no es como mi caribe cálido, sus aguas frías me recuerdan que es tímida y un poco cerrada y recelosa. Que aún no sabe si quiere o no ser parte del mismo país al que la anexaron en matrimonios arreglados entre coronas inexistentes hoy en día. Me cuesta intimar con ella y saber quienes lleva en el corazón, y nos alejamos al verla menos diversa y abierta al cambio de lo que me gustaría. Aún así, siempre llevaré este amor con parca correspondencia pero con infinito placer, porque Barcelona, con solo verla me llena el alma, y no necesito más.
Recibe mi postal desde nuestra ciudad natal, estimada Alejandra. El encanto de volverte a leerte reanima mi imaginación, porque viajar es una grata experiencia en todos los aspectos. Amo el disco entero de «Barcelona», el dúo de estos dos excelsos cantantes dejó un claro testimonio y tributo musical de extrema belleza a esta emblemática ciudad, al igual que las descripciones de esta «dama» hechas bajo tu óptica y referencia personal. Aguardo conocer a tus otros amores, a esas féminas también llamadas destinos lejanos y exóticos.