Caracas es mi cuna y pasado. Caracas me vio nacer, crecer, reír y llorar como ninguna otra me ha visto. Caracas es el hogar de casi todas mis primeras veces. A ella no la elegí, pero la elegiría mil veces. Ella me regalo amigos, amores y familia. Dicen que el Ávila, la hermosa montaña que protege este valle, era una mujer que se recostó y se quedó dormida. Así es mi ciudad natal, con un marco verde que protege a la ciudad de las tormentas del caribe, manteniéndola en un clima privilegiado durante todo el año.
Me robo las palabras de Cerati, y la defino como la ciudad de la furia. Caracas para mí, es una bella mujer de piel tostada por el sol, ojos café, cabellos rizados y mucho estilo al caminar. Siempre se está riendo y hace un chiste de cualquier cosa. No esconde sus heridas, pero algunas están bien maquilladas o cubiertas con un tatuaje de mucho estilo. Y pues dicen que tiene un par de retoques. Estar cerca es agradable y es fácil dejar pasar por alto su lado oscuro, irascible y violento. Famosa por ser una de las más violentas del mundo, Caracas combina la brisa fresca del Ávila, la dulzura del centro colonial de techos rojos, restaurantes con mucho estilo e inigualable sabor con enormes barrios, donde los truenos se confunden con ráfagas de armas automáticas.
Caracas y yo nos conocimos por completo, no solo porque estuvimos juntas 37 años, y no le guarde secretos en sus calles, avenidas y recodos, y ella tampoco me ocultó sus verdades. Si no, porque la recorrí sin decoro y habité muchos de sus barrios y urbanizaciones. Pocos sitios de Caracas me son extraños. Conociéndola tan íntimamente, sé de sus secretos, tanto los más gloriosos, históricos y famosos, como los más vergonzosos en indecorosos. Cuna de Bolívar, no creo que tiene remordimientos por perderse ser capital de una nación gigantesca solo posible en fantasías de héroes libertadores. Caracas es una guerrera atrevida e independiente, que se siente feliz de dar el ejemplo y seguir adelante a su ritmo, no quiere ser lo que le digan, es quien es y eso le basta. Al menos en mi imagen, le gusta pertenecer manteniendo su independencia y carácter. Quizá eso es más como soy yo, y me veo en ella. La pinto erguida, como la estatua de Maria Lionza, con el pecho desnudo y sin doblegarse ni avergonzase ante miradas ajenas. (cuando se cayó la estatua, fue sobre su espalda, manteniendo la frente, y su voluminoso pecho, en alto)
Caracas y yo rompimos cuando la violencia tocó mis fibras y mi casa fue vulnerada. Mucho antes había comenzado a sentir que se habría un vacío entre nosotras, cuando el miedo se me metió en los huesos ante la "moda" de secuestros que amenazaban al amor más grande de mi vida. Yo podía adentrarme en barrios "peligrosos" sin temer, podía aceptar sus racismos ocultos, las diferencias de clase y hacerme la vista gorda, porque no quería perder el privilegio del clima, mis amigos y mi familiaridad con el entorno. Sabía bien que solo allí lograría conquistar la academia, y sé que ninguna otra amante me abrirá sus aulas. Pero cuando me hice madre todo cambio. No quería ese miedo para él, tampoco que aprendiera como yo a reconocer sonidos estruendosos según el calibre de las armas. Y allí se me hizo imposible maquillar su cara dolorosamente racista y clasista, violenta y permisiva, corrupta y extorsionadora.
Así que sin mirar atrás, tomé todo lo que cupo en mi maleta, y dejando un hueco profundo en mi alma partí, y hoy, aunque nuestros documentos están vencidos, le soy fiel en el recuerdo, honro y agradezco cada instante de nuestro pasado, y con dolor acepto la duda de si tendremos otro encuentro en el futuro. Hoy es con otras que experimento y me dejo sorprender por nuevas primeras veces, cuentos mis chistes malos o revivo eventos con otro marco. Y le agradezco seguir cuidando de tantos amores que aún habitan en mi alma y tienen hogar en las faldas de mi amado Ávila.
Aclaro que yo describo a la Caracas de mis recuerdos, tengo 11 años sin verla ni sentirla. Quizá, ya no es así. No lo sé.
Hermosas fotos actuales tomadas por @nelsonivanphotos
Saludos cordiales estimada Alejandra. Verifico que comento públicamente y con mi nombre y apellido visibles. Soy al igual que tú, caraqueño, nacido en 1967 en la parroquia El Recreo y aún habito y formo parte de esta ciudad tan controversial, denigrada y furtiva, en la cual mis padres (ambos también caraqueños) decidieron elegir como mi lugar de nacimiento. Papá, nacido en 1918, era uno de esos "cronistas por derecho propio" de la historia de cada esquina y parroquia caraqueña. (Vivió en muchas zonas populares de la ciudad y conocía todas las direcciones por el nombre pintoresco de sus esquinas, y con agrado y buen humor nos contaba ese origen que las definía como "Esquina de Pajaritos", "La Pelota", etc. ).…