Hacer una limpieza de relaciones es tan necesario como difícil, es como limpiar las hierbas malas del jardín, no se trata de una tarea agradable. Para algunos como yo, es casi contracultural, porque nos educaron diciéndonos que ser sociales es un valor. Disponer de una red grande tiene incontables beneficios, pero con los años aprendí que aquello que anhelaba la canción de tener “un millón de amigos” no es necesariamente bueno ni saludable.
Uno de los retos culturales de lenguaje más importantes en mi migración ha sido usar concienzudamente la palabra amistad. En mi Venezuela natal, se nombra amistad desde alguien que se conoció en un viaje de metro o la fila para entrar a un concierto, como quien estudió conmigo desde primaria o a quien llamar en la peor hora de dolor. Yo solía “amigar” a todo el que conocía. Pero con la implicación real de dedicarles tiempo, dejar de hacer cosas si me llamaban, estar siempre disponible si me necesitaban y sobre todo jamás pedir. Bueno porque como decía mi abuela, andar pidiendo se ve feo. Efectivamente eso me desgastó increíblemente.
Recientemente, y gracias en parte a la gran introspección favorecida por la pandemia, me he dedicado a extender el minimalismo a mis relaciones. Esto implicó internalizar el concepto de relaciones tóxicas, es decir aquellas que quitan energías y nos dejan exhaustos, que requieren un gran esfuerzo por parte de uno solo de los involucrados, son relaciones que no benefician a ninguna de las partes, porque una se agota y en la otra no hay crecimiento.
Así que quiero compartir cómo ha sido mi proceso para reconocer y depurar relaciones tóxicas o como dirían mi abuela y Uslar Pietri, sacar a los pendejos de la vida.
Depurando relaciones = Cero tolerancia a los pendejos
1- Con la migración aprendí que es un fenómeno universal y democrático. Los pendejos están por todas partes, de todos los géneros, condiciones económicas y etnicidades. Para hacer una identificación precisa es importante dejar de lado los prejuicios y observar atentamente todas las relaciones. A mi por ejemplo me cuesta mucho reconocerles, soy exageradamente ingénua y naive y la gente me parece buena por naturaleza. Yo soy más feliz así que siguiendo la máxima de piensa mal y acertarás. Es cuestión de estilos.
2- Una amiga decía que lo bueno es que ser pendejo no ocupa espacio pero lo malo es que no se opera. No es algo que otro pueda resolver por uno, pero sobre todo quiero resaltar que no es un acto consciente ni intencionado. Algunas personas tienen comportamientos que son tóxicos, pero en reglas generales no hay mala intención. Es como aquel escorpión ahogándose con la rana que lo ayudó a cruzar el río después de haberle picado, aún cuando le prometió no hacerlo: está en su naturaleza. Y no quiero decir que no puedan cambiar, pero es un proceso personal.
3- Se trata de un fenómeno complejo. Es decir, una persona que es tóxica para mí puede ser súper nutritiva para otro. Inclusive puede ser nutritiva para alguien que es muy nutritivo para mí. Somos seres humanos complejos y contradictorios, que compartimos en diversos niveles y esferas con diferentes personas. Creo que la meta de coherencia nos ha hecho mucho daño: ser bueno en algo implicar serlo en todo, y lo contario fallar en algo es fallar en todo. Se pueder al mismo tiempo ser excelente en algo y terrible en otra cosa, e incluso compartir gustos por cosas que para otros son contraditorias, eso nos hace unicos y maravillosos. En todo caso, la identificación de toxicidad es un proceso personal y circunstancial. Hoy es una relación que no me enriquece pero mañana puede que sí, o al contrario fue una relación importante pero hoy en día es dañina. Y puede ser buena para mi pero no para otros. Es decir, nuestra lista de pendejos es personal, temporal, contextual e intransferible.
4- Elaborando lo anterior, ser identificado como tóxico por otro no es necesariamente malo. De nuevo en la mayoría de los casos no hay mala intención. El maní no debe ser eliminado del planeta por el hecho de que muchas personas podrían morir si lo comen, solo esas personas deben estar lejos del maní, pero los maní no se sienten culpables por las personas alérgicas. Esto a veces no es fácil de digerir, porque cuando se tienen buenas intenciones es difícil aceptar que se es tóxico para otros. Por eso también es importante ayudar a auto identificarnos agentes tóxicos y separarnos en relaciones en las que puede ser que no estemos siendo nutritivos.
5- Mi técnica favorita la tomé del libro “Permiso para sentir” de Marc Brackett. Se trata de hacer una lista de todas las personas conocidas y anotar al lado la emoción que generan. Más simple se puede tomar la lista del teléfono y nombre a nombre explorar los sentimientos o la cara que uno pone al repetir el nombre. Si no es una emoción agradable, si ponemos cara de fastidio o disgusto es una clara señal: es una persona que al menos en este momento no nos hace feliz y es mejor sacarla. No es como dice la Ogra en este gracioso video “sacarlo del faisbuh”, es sincerarnos y no tomar llamadas, mensajes, salidas con personas que nos hacen sentir mal. La historia en común, el agradecimiento, la solidaridad y otras razones no deben ser justificativas para mantener una relación que nos hace daño. Como decía mi bien amado Cerati “Saber decir adiós es crecer”
6- Es un proceso constante. Por un lado siempre estamos conociendo gente y siempre es posible que un pendejo nos agarre inadvertidos. Yo confieso que me cuesta mucho reconocerles de inicio. Algunas personas tienen un poder detector enviable. Por eso es importante que la higiene de relaciones sea un proceso permanente de nuestra salud emocional. Es como cualquier otro agente tóxico, antes las naranjas me caían bien pero ahora no, y quizá luego me ayuden, pero hay momentos en los que debo dejar de comerlas. Funciona igual con las relaciones.
7- No hay manera de protegerse emocionalmente y evitar sufrir: si no se permiten nuevas relaciones para evitar toxicidad es posible perdernos de aventuras maravillosas, y si se corre el riesgo es posible que funcione pero también es posible que nos hagan daño. Yo creo que bien vale la pena el riesgo, porque la maravilla de disfrutar una amistad sincera y nutridora, bien vale atravesar muchos pendejos. Dicen que para encontrar al príncipe hay que besar muchos sapos. Yo como soy feminista no creo en principes, pero si en gente que me hace feliz, y tengo la fortuna de contar con varios que atesoro. Y si, eso quiere decir que me han tocado muchos sapos… Se puede decir que soy la reina honoraria de varios pantanos.
Honrar los sentimientos
Dejar relaciones tóxicas no es sencillo. Todo lo contrario puede ser muy difícil y doloroso. Yo no recomiendo hacerlo todo de una vez ni con todos los casos por igual. Con algunas personas un rompimiento consensuado y con comunicación asertiva es posible y necesario. En otros casos la distancia y el silencio se ocupan de todo. No todas las personas cuentan con los recursos emocionales para manejar una separación y la crítica constructiva.
Pero al menos yo creo que el despecho es saludable. Poco se habla del dolor de perder relaciones no románticas, y nuestra cultura moderna orientada al logro y la eficiencia nos empuja a negar sentimientos de dolor y frustración, más aún si se trata de una relación tóxica. Hay que seguir adelante y "no enrollarse". Parte de lo complicado de dejar relaciones tóxicas es por lo enhebradas que están en nuestro sistema de afectos. Por eso, al menos para mi, es importante respetar los tiempos y los procesos, reconocer y dejar salir el dolor, y encontrar un espacio seguro donde poder expresar el malestar… y hasta cantar un par de boleros si ayuda.
Y hay que dejar espacio para situaciones coyunturales, todos tenemos derecho a un mal día en el que parecemos más pendejos que nadie. Mi tolerancia cero a los pendejos es con los declarados, inequívocos, insufribles el tiempo, de manera sistemática y consistente. Yo los llamo pendejos a tiempo completo y hasta con horas extras, sin descanzo, sin horario ni tiempo en el calendario, como diria Simón Díaz.
Comments