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No se trata de procrastinar se trata de perder la meta de vista

Procrastinar es una palabra que no me gusta… hay palabras que me molestan por su peso y significado en la persona y la vida misma.

Procrastinar implica lo que no se hizo, un deber, una falla, algo que debió ser y no fue y por no hacerlo algo está mal.

Es un pendiente que apunta a nosotros mismos diciendo que hemos dejado de hacer algo.

Cuando se procrastina hay una conciencia permanente de que se está dejando de hacer, un recuerdo y apuntalamiento permanente y la decisión consciente de no hacerlo y dejarlo para después.

Muchas veces solo se trata de falta de consecuencia en los proyectos y no de procrastinación.


Definirnos como procrastinadores poco o nada ayudan a lograr metas, al contrario alimenta mala autoimagen, la falta de autoestima y autoconfianza y al quebrar la moral, disminuye las probabilidades de lograr la meta que originalmente habíamos trazado.


Todo comienza con el deseo

Al inicio hay un deseo, algo que se quiere, que se sabe dará placer, de algún tipo. Cuánto cómo y para quién no es relevante, lo que hay son las ganas de hacer o lograr algo. Se quiere y se espera se piensa, se planifica.


No siempre el cómo lograrlo es agradable, y allí puede comenzar el ciclo. Si mi placer es terminar con un dolor de muelas, ir al dentista no es agradable y puedo demorar hacer la cita, pero no es que quiero evadir la meta, solo estoy evitando un malestar porque ir al dentista a tener alguien talandrandome en la boca no es mi experiencia favorita.


Pero si en lugar de pensar el el sonido del taladro pienso en volver a degustar una comida crocante sin dolor la meta cambia, el deseo reaparece y es más probable que haga la cita.


La lucha entre lo urgente y lo importante

Así como es cierto que muchas veces el amor no basta, también es cierto que tenemos responsabilidades ineludibles y no todas están asociadas a algo placentero, al menos no en primera instancia. Hay en efecto tareas que son impostergables y aunque pueden ser molestas y repetitivas, requieren tener la mayor prioridad.


Sin embargo si se explora la meta como tal, seguramente la base de la urgencia está en un bien mayor. Pagar los seguros y actualizar el archivo de finanzas de mi casa no es mi tarea favorita, y requiere de al menos una o dos horas a la semana y unas cuantas al final de mes. Pero eso es la base para por ejemplo, poder incrementar el presupuesto de vacaciones, al re contextualizarlo deja de ser una obligación con tedio para ser un escalón para un bien mayor.


El tiempo como verdugo

Uno de mis libros favoritos es Momo, una obra de arte de inicio a fin. En resumen Momo descubre que los hombres de gris están robando el tiempo. Con mucha frecuencia puedo ver en mi entorno los rastros de los hombres de gris, porque muchas veces la gente simplemente no tiene tiempo. Y me lo explican con todos los argumentos que leí en la novela, en resumen no les da tiempo. Otros me preguntan de dónde saco tiempo para trabajar, se mamá, esposa, mujer, escribir e inventar aventuras cada semana, y yo pues siento que siempre tengo tiempo para lo que quiero.


Con frecuencia observo que al definir prioridades se hacen tareas largas y poco delimitadas e imposibles de realizar en el tiempo previsto. Al notar que no se terminan la frustración incrementa y se siente que el tiempo es insuficiente. Cuando noto que esto me pasa, regreso a la meta y comenzar a delimitar pequeñas, tangibles y realizables tareas, esto me permite sentir que hay movimiento. A veces simplemente las cosas se complican y aparecen imprevistos que no estaban contemplados y para mi es importante registrarlo. En mi opinión, es importante mantener la sensación de logro personal y minimizar esa imagen de estancamiento en el tiempo.


Y al mantener las prioridades con criterios que incluyen lo placentero para uno y los beneficios a corto y largo plazo, el proceso suele ser más asertivo y satisfactorio. De las cosas que es difícil escucharme decir como excusa es “lo siento es que no me dio tiempo” y no es que hago todo ni mucho menos que todos mis proyectos están al día, pero cuando no hago algo no fue por falta de tiempo, sino por falta de ganas o de prioridad.


Organizarnos emocionalmente

Cuando era adolescente me enamoré platónicamente de mi profesor de biología. Estudiaba con un interés que jamás había tenido antes por asuntos escolares. Hasta quería estudiar Biología en la Universidad. Cuando descubrí con asombro que tenía 50 años, fue aún más atractivo porque no parecía ser mayor de 30. Un día dijo en la clase, solo dos consejos les doy… tengan una agenda y practiquen yoga… y yo pues fiel a Platón seguí aquello como religión.


Nunca más le vi, y llegadas las vacaciones descubrí lo divertido de los adolescentes; no estudie Biología y olvide casi todo el contenido de la materia. Pero desde entonces mi agenda y el yoga han sido intocables en mi vida.


Una agenda da perspectiva, recuerda lo que se quiere, lo que se espera, lo que se debe hacer. Yo siempre tenía mi agenda física, era un ritual importante elegir la correcta, con el tema, tamaño y diagramas adecuados, necesito poder diferenciar lo que hay que hacer lo que quiero hacer, las cosas que son ese día esa semana y los proyectos largos. También a final de año hago un balance (agenda en mano) de lo que hice en el año y lo que faltó.

Algunas cosas que faltaron lograr pasan al año que viene otras salen del todo de mi lista.

Por ejemplo hace años tenía como meta escribir artículos en revistas científicas de Sociología, al terminar el año en el que me rechazaron en el doctorado reflexione y pase la meta al año siguiente, pero al no cambiar de status durante todo un nuevo año, me di cuenta que no era una meta en sí misma, era parte de mi proyecto de vida académica que ya no existía… así que simplemente se fue el proyecto completo.


Pero hay cosas que se procrastinan, al menos conceptualmente

Pues si, una tesis es un ejemplo perfecto. Yo hice 5 y todas con montañas de procrastinación.

También fui tutora y que lo digan mis tesistas que era una bruja total, con escoba y todo.

Me encanta ese meme de redes sociales que dice “quisiera ser tu tesis para que nunca termines conmigo”, porque es tan real.

Quiero decir todas, propias y tutoreadas, pudieron (y debieron) haber terminado mucho antes. Y se que todas esas veces hubo momentos en los que en lugar de escribir me quedaba viendo tele, o pasaba horas frente al teclado sin escribir navegando en mis pensamientos, o salía con amigos sabiendo y repitiendo que debía estar escribiendo.

Pero no era un pensamiento constante, duraba pocos segundos y para nada me impedía pasar un buen rato.

En mi opinión la tesis se procrastina porque el beneficio se ve lejano, intangible y es difícil de atar al deseo y el placer. En cambio cualquier cosa que hacer en ese momento es inmediatamente agradable y satisfactoria.

Al menos en mi caso, escritas y tutoreadas, la velocidad de escritura de una tesis no es lineal, es absolutamente exponencial, y la velocidad es directamente proporcional a una meta amarrada íntimamente a la finalización. Un viaje, un nuevo trabajo, el final del periodo permitido por la universidad para graduarse (eso me pasó dos veces).


Mantener el deseo es sentirnos vivos

Eros es lo que se llama el instinto de vida y Thanatos el instinto de muerte, yo estoy de acuerdo con las corrientes de la psicología que proponen que vivimos entre Eros y Thanatos, y eso nos da vida.


A veces la cotidianidad nos hace adormecer estas fuerzas y simplemente pasan los días sin recordar que es lo que nos hace estar vivos.


Y solo pensamos en el tiempo, en tenerlo guardarlo invertirlo y usarlo adecuadamente, tiempo es dinero es una verdad para muchos y se convierte el tiempo en un bien y no en un medio para lograr el placer y la satisfacción, para mantenernos vivos.


Cuando se mantiene el deseo como motor y se tiene claridad en lo que se quiere, el siguiente paso es no perderlo de vista.


He apoyado a varios autodenominados procrastinadores y en casi todos el deseo de lograr la meta es enorme pero un buen día solo lo olvidan y pasan a otra cosa. Al tiempo re descubren la meta empolvada y se reclaman con toneladas de culpa. En casi todos los casos no hay agenda, ni lista de pendientes, ni ningún mecanismo que permita tener la meta a vista todo el tiempo.


Cuando no hay nada que nos recuerde lo que deseamos y los metemos en el closet para que no moleste, deambulamos adormecidos completando actividades creyendo que el tiempo se nos acaba.


Si la meta está en un papel en la nevera, si la descomponemos en pasos realizables que están todo el tiempo a la vista y todos atados a algo que deseamos simplemente no se va a quedar sin terminar.


No te autodenomines procrastinador y en su lugar usa cualquier técnica de organización para definir y priorizar tus metas personales, sociales, laborales, etc el primer paso es ser condescendiente con uno mismo.


Mi receta personal… no es la mejor es solo la mía

  • Hoy en día uso Google calendar para organizar mi semana, tengo un calendario combinado familiar nos permite a ambos visualizar personales, familiares y laborales

  • Para mi lista de pendientes ahora uso una aplicación que permite anotar tareas y ponerles etiquetas, prioridad y status.

  • Antes de iniciar la semana sincronizamos relojes jajaja vemos los pendientes urgentes y los espacio de tiempo disponible y hay posibilidad seguimos si no todo lo que no es urgente queda para luego.

  • Revisamos las cosas que llevan mucho tiempo sin ser actualizadas y si ya no son relevantes las eliminamos de la lista.


Es super importante hacer el proceso en equipo para poder compartir recursos y prioridades más adecuadamente.



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