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Permiso para sentir

Actualizado: 31 oct 2021

El libro “Permiso para sentir'' de Marc Brackett es simplemente maravilloso. Yo lo descubrí en el Podcast de Brenè Brown y no pude parar de pensar en todo lo que él plantea. Empezando con lo que sugiere el título: tenemos permiso para sentir y no tenemos por qué pedir permiso, pero parece que nuestra cotidianidad no los ha negado.


La educación emocional no es prioridad en la escuela ni en la casa, y la inteligencia emocional en la mayoría de los casos pasó a ser una término de moda que no termina de materializarse. Y esto se manifiesta en las dificultades para comunicarse que mucha gente experimenta, y severos conflictos emocionales que en el mejor de los casos salen a la luz en sesiones de terapia, pero que lamentablemente en muchos otros solo quedan reprimidos causando dolor y malestar.


¿Cómo estás? bien


Una de las interacciones cotidianas más falsas, que me han molestado desde la adolescencia, son los saludos vacíos. La gente suele preguntar por cortesía ¿cómo estás? esperando una única respuesta aceptable: “bien”. Cuando alguien sale del libreto la reacción es impresionante. Yo he trabajado mucho en mi asertividad, es decir, estar en sintonía con lo que siento, reconocerlo y expresarlo. Eso no es algo común y tampoco bien recibido. Si uno comienza una llamada respondiendo, “no estoy bien” o “ahora que me lo preguntas, en realidad estoy triste”, o “tengo un conflicto del que me gustaría conversar” , en la mayoría de los casos hay un silencio incómodo.


Yo tengo la impresión de que la mayoría de la gente usa ¿cómo estás? como iniciador de conversación, en lugar de decir simplemente “hola”. Siento que no hay en realidad un genuino interés en saber cómo está el otro. Cuando me preguntan cómo estoy, si es una persona con quien mantengo una relación afectiva sincera, reflexiono un par de minutos y respondo con honestidad, porque sé que es importante y me siento escuchada. Pero cuando es una relación superficial respondo dependiendo de mi tolerancia en el momento para iniciar una conversación sobre emociones y nuestra sociedad de apariencias o simplemente respondo “bien ¿y tú?” para que la dinámica continúe.


En todo caso vale aclarar que ser una venezolana que no responde estar “chévere” todo el tiempo, no es siempre sencillo. Es salirse del libreto pero por la puerta principal. Y allí lo que más me gusta del libro: nuestra cultura nos alienta a no sentir o esconder lo que sentimos. Expresar estados emocionales diferentes a “bien”, lo cual dicho sea de paso no es una emoción ni un estado de ánimo, suele ser visto como problemático, conflictivo o buscar llamar la atención. Yo me he ganado muchas veces la etiqueta de “intensa” o “enrollada” por ejercer mi derecho a sentir y expresar mis sentimientos.


Sin embargo creo que vale la pena, porque adormecer las emociones y sentimientos, o seguir la receta de Hollywood de sanar con helado de chocolate o alcohol, puede ser momentáneamente más discreto, pero a largo plazo traerá peores consecuencias. En mi experiencia la única consecuencia “negativa” de expresar las emociones abiertamente es perder relaciones superficiales o poco significativas, muchas veces tóxicas, y eso no es realmente malo. Puede ser muy doloroso, pero a largo plazo mucho mejor.


Aprender a nombrar emociones


Hay mucha discusión en la psicología sobre cuáles y cuántas son las emociones. Yo no soy psicóloga ni tengo interés en entrar en esas aguas. Lo que creo es que como dice Brackett, no tenemos un buen vocabulario para expresar cómo nos sentimos.


Creo que la educación emocional comienza por reconocer distintos sentimientos y estados de ánimo y nombrarlos. Uno de los retos y ventajas de la migración es aprender términos que existen en otros idiomas que aunque no se pueden traducir, expresan lo que se siente. Mi favorita es saudade, en portugués, que es esa sensación de nostalgia por el país o lugar de origen, que no implica querer volver ni estar terriblemente triste, es un extrañar con alegría y tristeza juntas al mismo tiempo. Es una emoción que siento desde que me fuí de mi país, y que me ha ayudado a entender a los inmigrantes mejor.


Una cosa importante es que las emociones no significan lo mismo para todos, para mi estar feliz es seguramente muy distinto. Yo creo que para educarnos emocionalmente un primer paso es enriquecer el vocabulario emocional y definirlo. Basta con buscar en Google una lista de emociones, y empezar a anotar en una libreta que significa cada una, y poner ejemplos: ¿qué se siente?, ¿cómo se siente?, ¿cuándo se sintió eso la última vez?


Mis comentarios finales son no descartar la información no académica. Soy una amante empedernida y confesa del cine, y para mi la película de Pixar Inside Out es una cátedra de educación emocional. Ya había escrito sobre ella aquí. Y creo que la debo haber visto no menos de 20 veces, la verdad es que me encanta, y lo que más me gusta es el concepto de emociones complejas, con un poco de tristeza, alegría, rabia y miedo todo al mismo tiempo y sin que eso sea contradictorio.




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