Trabajando en mi puesto, bien sentada con los pies en alto podía ver a través de la ventana a los obreros quitando los marcos de las ventanas de la otra ala del edificio. Estaba nevando, hacía mucho viento, el frio me entumeció las manos cuando salí del carro y entre al edificio. Esos hombres colgaban en un andamio, amarrados con arnés de seguridad cargando pesadas herramientas. Veía desde mi silla como se movían los andamios con el viento, como se quitaban los guantes imaginando que buscaban tener mas precisión, como levantaban los lentes de seguridad. Trataba de trabajar, pero no lograba concéntrame. El borde superior de mi monitor estaba enmarcado por el gigantesco ventanal que me devolvía a esos obreros, al eterno "podría ser yo" que suena en mi cabeza desde que deje de ser ciudadana para ser inmigrante.
A pesar de haber estudiado más de lo que se esperaba, siempre me considere como una persona humilde. Recuerdo una vez llegando a la oficina ver a la Sra. de limpieza saludar a un director cuando paso a su lado, él no la escucho o al menos así se comportó. Yo estaba llegando, indignada desde atrás a varios metros y con voz baja lo salude, él levantó la mano y al doblar a su oficina se detuvo, yo si era merecedora de un "Hola" y hasta con sonrisa. ¿Bajo qué criterio merecía yo un saludo que la Sra. que garantizaba que su escritorio estaría limpio no lo merecía? o quizá la pregunta es ¿por qué mi voz si era audible y la de ella no? La vi encogerse de hombros con los ojos inundados preguntarme ¿por qué me trata así? ¿qué se cree?" yo solo la abracé, él simplemente no la trataba sino para pedir café o que le vaciaran la papelera.
Esos gerentes que no escuchan la voz de una persona de limpieza o un motorizado, no se dan cuenta que ellos no comparten la misma mesa del comedor, porque les da pena que vean su comida. La comida de un gerente y de un obrero son diferentes. No solo porque como me dijo una amiga una vez "¿ella (la jefa) no se da cuenta que con lo que cuesta ese salmón se come en mi casa una semana?" sino porque además no es lo mismo estar sentado que cargando cajas, se necesita más para aguantar una jornada de pie.
Recuerdo la primera noche preparándome para ir a la fábrica al día siguiente. Jamás había trabajado en una fábrica, no era un futuro esparable despues de tener medallas academicas. Pero imagine que no necesitaba pollo a la plancha con ensalada. Puse pollo con mucha papa y pasta, suficientes carbohidratos para aguantar lo que mi fantasía creía debería aguantar. Al día siguiente lleve más papa, más pan y más cantidad. La fantasía siempre supera la realidad.
Yo sabía cómo era la lochera de un obrero, sabía que eran grandes y llenas de granos y carbohidratos, lo sé porque muchas veces me invitaron a comer en su mesa, sin pena, sin pose. Recuerdo con mucho cariño aquel día que terminando de calentar mi comida en la cocina tropecé y mi almuerzo termino en el suelo. Uno de los obreros me ayudo y destapo su vianda llena de arroz y granos y me dijo "tranquila que aquí hay para los dos". Con los ojos aguados le agradecí infinito y le dije que, por el embarazo, tenía ya 7 meses, no podía comer condimentos. Una verdad a medias, ciertamente hacia una dieta muy rica en vegetales y baja en sal y grasa, pero no podría aceptarme quitarle la mitad de la comida a alguien que pasaría la tarde bregando mientras yo estaría sentada y aún tenía intacta mi merienda de frutas picadas para media tarde.
Una cosa es ser humilde, saber que, aunque estés graduada no te llamas Licenciada o Profesora, una cosa es ver a los obreros decirte sin problema simplemente Ale, y luego verlos con complicidad y una media sonrisa cuando bajan la cabeza ante los autodenominados Dioses Todopoderosos sin nombre que deben ser llamados por un título. Es maravilloso verlos como compañeros de trabajo, reconocerlos con la frente en alto llenos de actitud en un restaurant, es reconfortante saber que no viven la vida cabizbajos, como están bajo las luces blancas de la oficina. Es satisfactorio saber que para mí esas realidades nunca fueron invisibles y sus voces siempre las escuche.
Pero la migración le dio un sentido más amplio a la humildad, es mucho más que ir a comer a un restaurante y dejar la mesa limpia para que la mesonera no tenga más trabajo, agradecer y colaborar con la señora que me ayudaba a limpiar la casa. Ahora es diferente, hoy al ver su cara veo la mía, y sé que ella podría ser yo. Cuando pasa el camión del aseo y les veo correr para terminar lo antes posible, cuando alguien que limpia trata de apoyar sus pies cansados y se dormita apoyándose en un delgado trapeador, cuando alguien reparte el correo en medio de una tormenta, cuando limpian las cafeteras y llenan las neveras, veo mi cara y la de mis amigos, sobre todo en esos empleos que no requieren hablar, los primeros que buscaba al llegar, porque son el mejor escondite para un barbarian que no sabe la lengua del nuevo lugar. Es muy diferente ver ahora por la ventana, no poder concéntrame en mi oficina climatizada tomado un té de hierbas y flores sabiendo que solo tuve suerte y podría estar con un arnés en un andamio del otro lado de la ventana, sabiendo ademas que aún es un futuro posible.
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