El último color de la energía que me viste es el rojo. Es la energía de la estabilidad, de la seguridad y el balance. El rojo es un color fuerte y apasionado. El color de la sangre que nos mantiene vivos, de los atardeceres, de la llama más interna del fuego.
No tenía ninguna preocupación sobre cómo luciría de rojo. Durante mi soltería post divorcio durante mis 20’s, usé todos los rojos y naranjas disponibles en el mercado. Teñirme de rojo, era casi volver a casa para mí en esta aventura pictórica. Lo nuevo, fue asumirlo como fuerza para centrarme en el presente.
Yo soy una soñadora. Muchas veces eso se ha usado como insulto, aludiendo a mi supuesta inmadurez y falta de apego a la realidad. Para mí es una cualidad, pero tiene un lado oscuro y complicado. Es fácil perderse en los sueños del futuro y dejar de saborear el presente. Para los soñadores el presente es un sueño hecho realidad, pero solemos perderlo de vista. Los soñadores solemos siempre querer más, y podemos olvidarnos de saborear y disfrutar lo que ocurre en el día a día.
Con los pies plantados en la tierra
Centrarse en las raíces que nos conectan con la tierra refiere a vivir el presente. Saborear el instante efímero que pasa para nunca volver, creer en uno mismo y en las infinitas posibilidades. Sentir. Sentir lo bueno, lo malo, lo feo, lo indeseable. Porque cuando nos alejamos de la conexión con lo que ocurre, para no sufrir dolor ni frustración, también nos alejamos de la piel para sentir alegría y placer. Toda experiencia es aprendizaje.
Cada instante ofrece infinitas posibilidades, y es imposible tomarlas todas. Se trata, para mí, de reconocer los límites y decidir cuál opción tomar, pero para disfrutarla intensamente. Cuando queremos todo, ser la mejor mamá, esposa, feminista, amiga, trabajadora y un súper largo etc., entonces caemos en la trampa de dividir nuestra atención y para eso la única posibilidad es despegarnos un poco de la realidad del momento. Cuando mis hijos quieren ver una película de viernes por la noche, me quieren allí centrada en mi totalidad. Si mis pensamientos se van a pagar las cuentas o que olvidé mandar la agenda de la reunión del lunes, entonces, suelto mi centro, para estar en muchos sitios al mismo tiempo y la verdad es que no estoy realmente en ninguno.
Con paso firme seguir volando
Pero centrarse no significa dejar de soñar, significa dibujar los sueños en un lienzo que está en tierra y que nos puede llevar a donde queramos. Estamos claros que volar es una metáfora, que físicamente no podemos abrir los brazos y volar, pero podemos llegar a donde queramos y formamos la idea y luchamos por ella.
Volar para mí es poesía. Es las ganas de ver más allá de lo que ocurre, de crear una imagen nueva de mí misma, más allá de como luce mi cabello o de lo que opinen los demás. De disfrutar el placer de cada instante y dejarme llevar por lo indescriptible, quizá ridículo y absolutamente delicioso. Pero no todo lo que hago merece volar, no le pongo toda esa energía a pagar la cuentas de la casa ni a las reuniones de status de los lunes en la oficina. Es fácil agotar la máquina cuando se vive todo tan intensamente, por eso el rojo en su intensidad, nos llama a centrarnos, respirar y encontrar balance. Y decidir cuál será el próximo vuelo.
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