Recargar
Dicen que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Es un concepto que me cuesta asimilar cuando estoy agotada, porque siento que literalmente me quedo sin energía. Pero la energía está allí, en el cansancio, en la ansiedad, las preocupaciones. Recargar energía se hace de la forma más difícil para las personas activas: descansando.
Para mí, que tengo un plan para todo y veo con facilidad la totalidad de las opciones posibles y suelo elegir buenas alternativas (después de mucho esfuerzo de comparación y análisis), no hacer nada y así sanar, suena muy contradictorio.
Después de mucho trabajo personal, he logrado registrar el agotamiento inmediatamente. Algunas personas podemos trabajar 12 horas continuas toda la semana sin sentir cansancio, pero después de dos semanas a ese ritmo el cuerpo cobra factura. El primer paso, como casi siempre, es identificar que hay un problema. Trabajar 12 horas continuas no está bien ni es saludable. Al menos no para mí en este momento.
Reajustar
El segundo paso era re calibrar mi jornada diaria. ¿Qué hacer con el tiempo extra? Fácil: descansar. Buscar algo placentero que hacer y consentirme integralmente. Hacer actividades en las cuales literalmente no se puede pensar ni el trabajo ni en los platos sucios, ni las cuentas por pagar.
Al inicio empecé a coser el forro nuevo de mi cámara. Y funcionaba perfecto, porque si me desviaba la atención y me ponía a pensar en trabajo, o me pinchaba o cosía las cosas mal y tocaba desbaratar. Lo cual me pasó varias veces debo confesar. También conté con una amiga quien verificaba diariamente que realmente tomara mis descansos para comer y caminar a diario y que no excediera 8 horas de jornada. Y empecé a aprender a tocar piano, a pesar de que hace 40 años me dijeron que era muy sorda para eso.
Al cabo de dos semanas una nueva rutina con altos y descansos estaba establecida. Y paradójicamente, sintiendo el cansancio cada día, empecé a descansar más.
Renacer
Y así, el día de mi cumpleaños como parte de mis rituales, luego de una meditación de gratitud, me sumergí en el agua como quien nace de nuevo, dejando ir al fondo el peso de las metas de perfección y logro que me endosaron en un contrato que acepté sin revisar las letras pequeñas. Dejé caer las vestimentas de culpa y la vergüenza que agarré en el camino. Dejé ir las ganas de solucionar todo para todos y tomé del agua la frescura de ser solo yo.
A los 47 me decreto imperfecta y feliz. Con derecho a preocuparme, sabiendo que la angustia no resuelve problemas. Aceptando que las culpas son falsas. Con derecho a asustarme y sin tener que cumplir con las expectativas de nadie. Renazco en mi misma, dejando de lado el ruido cotidiano de las críticas, los juicios y las opiniones no solicitadas. Haciendo cada vez menos caso a lo que digan de mí y prestando atención a lo que se siente en el instante que no volverá.
En silencio, recargo mis energías para encontrar equilibrio y seguir en lo que sea que esta aventura depara en el capítulo que se está escribiendo.
Me encantó Ale... con tus escritos desde el alma, llegas al alma de quienes te leemos. Yo también ando renaciendo... gracias por ser tú...