Cuando fue público que Kamala Harris había sido electa la primera mujer Vicepresidenta de los Estados Unidos se hizo viral en los medios sociales la frase “Cuidado, hay vidrio por todo el piso!”(Careful! There’s glass all over the floor). La frase refiere al techo de cristal, es una metáfora que representa ese tope, invisible para algunos, que nos ha limitado históricamente a las mujeres, y nos dificulta gozar de los mismos privilegios, beneficios y derechos sociales que los hombres.
La maravillosa experiencia de ser mujer
Yo podría pasar horas escribiendo y hablando sobre porque considero que ser mujer es maravilloso. Y quiero empezar definiendo ser mujer. Elijo el verbo de la gran Simone de Beauvoir, quien con su frase “no se nace mujer se llega a serlo” marca, desde mi punto de vista, la mejor definición posible de ser mujer. Una construcción inigualable que hacemos cada una, llena de la más increíble originalidad, “porque una es más auténtica cuando más se parece a lo que ha soñado de sí misma”, como lo remarca Pedro Almodóvar en el Monólogo de la Agrado en “Todo sobre Mi madre”.
Yo creo en el poder de la mujer y nuestra autenticidad y valor como seres humanos, creo que somos una construcción personal, más allá de lo que dicte el cuerpo físico, el deseo de maternidad o los concursos de belleza, entre otros. En el documental “Yo indocumentada” Tamara Adrián recuerda cuando le han preguntado “¿por qué quiere ser mujer?” la pregunta para mi carece de sentido, ella es mujer, que quiere montones de cosas, y no quiere otro montón, como todos los seres humanos. Cada una experimentamos nuestra propia definición de lo que significamos como valioso o importante, y eso, para mi es simplemente extraordinario.
Sin embargo, más allá de nuestra raza, religión, estrato económico, genitales al nacimiento y un largo etcétera, ser mujer ha estado históricamente asociado a menos acceso al poder, menor salario y a mucha discriminacion. Y aun así, para muchas como yo, ser mujer es una experiencia de vida fantástica, con una subjetividad diferente a la masculina y absolutamente enriquecedora. Y ciertamente hay mujeres que creen que serlo es una tragedia o un castigo, y tienen todo el derecho a diferir de mi opinión. Siento que en la mayoría de los casos, esa visión negativa está más relacionada con la discriminacion que de alguna u otra manera todas somos víctimas en menor o mayor grado.
Golpear el techo antes de partirlo
Aún estando enamorada de ser mujer, reconozco que no es fácil romper las barreras. No es algo que ocurra de la noche a la mañana, ni que se logra de una vez por todas. Muchas mujeres han abierto grietas, pero aún queda un largo camino por recorrer.
Antes de partir el techo son muchos los golpes los que hay que dar sin lograrlo, y eso puede llegar a ser desgastante y para algunas hasta desmotivante. Aún hoy en día sigo escuchando amigas y cercanas diciendo que “las mujeres no somos buenas como gerentes, porque no sabemos mandar”. Yo difiero de eso, y agrego a la discusión que quizá puede faltarnos experiencia pero no la habilidad. Hay quienes defienden que “por ser mujeres tenemos que ser mamás y somos las únicas que nos vamos a ocupar de nuestros hijos” lo cual para mi deja de lado una construcción muy limitada de la paternidad. A veces la cultura y las costumbres hacen que sean otras mujeres quienes pongan mayores dudas sobre nuestras posibilidades.
Darse golpes contra el techo y fallar no es una experiencia agradable, pero es necesaria para debilitar la estructura. Porque será después de varios golpes que caerá, pero no va a sucumbir todo el techo, solo una parte. Y es válido abandonar la batalla un rato y descansar, buscar espacios de confort y seguridad en los cuales no sentirnos interpeladas solo por el hecho de ser mujeres. Pero no abandonar la meta de construirnos y “parecernos a lo que hemos soñado”, aunque sea denso el techo que nos separe del sueño, recordemos que es transparente y siempre hemos podido ver más allá.
Caminar sobre los vidrios partidos
La frase me pareció maravillosa desde la primera vez que la escuche. Yo no oculte ni un segundo mi felicidad al ver a Kamala Harris jurarse vicepresidenta. Celebro cada vez que veo mujeres en cargos de poder. La verdad es que celebro a las mujeres que hacen auténticamente lo que quieren y no lo que la sociedad y la cultura les impone. Yo me alegro de que sigamos rompiendo esa barrera invisible. Pero es cierto, que como todo cambio social, haber roto el techo de cristal tiene consecuencias.
Una vez lograda la meta de la igualdad y el reconocimiento, es cuando comienza la aventura. Y tal cual es como caminar sobre un piso resbaloso lleno de vidrios. No se puede andar a la carrera, y sobre todo se debe evitar caerse porque va a ser muy doloroso. Pero levantarse siempre es posible.
Caminar en un mundo con vidrio por todo el piso, dibuja metafóricamente el cambio social profundo que atravesamos, en donde la construcción y resignificación no es negociable. No hay vuelta atrás en el empoderamiento de la mujer. Las cosas ya no son como eran antes y debemos hacer los ajustes necesarios, construyendo una sociedad más justa, inclusiva e igualitaria. En la casa, la escuela, el trabajo, en todos nuestros espacios, nos toca transformar, recoger los vidrios y seguir construyendo nuestros sueños.
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