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Sigue buscando, que la ayuda que buscas está a la vuelta de la esquina

Pedir ayuda es un tema recurrente para mí, por muchas razones, principalmente porque me fue muy difícil aprender a pedir ayuda (eso no es cosa de resilientes ni de gente independiente) y porque me frustra mucho cuando veo que no se apoya a alguien que lo necesita.


Pero hoy quiero mas bien reflexionar sobre el proceso de pedir ayuda y encontrar esa mano amiga que hace falta en el momento. No se busca quién resuelva, ni se haga cargo de los problemas, tampoco que se trague la medicina amarga por nosotros, es solo un apoyo, un empujón, un hombro sobre el cual llorar, un abrazo de celebración, un grito acompañado de frustración, es simplemente estar... pero tenemos que buscar.


Ayuda es empatía, es amor, no es juicio ni evaluación.


Si los amigos son tesoros, significa que hay que buscarlos


Hace unas semanas hablaba con un amigo y estábamos conversado sobre algunas experiencias del pasado, y sorprendentemente, a pesar de haber estado bastante cerca durante ese tiempo, jamás imaginó lo que me ocurría. Mi sorpresa fue mayor cuando decidí preguntarle a otra amiga de la misma época y la respuesta fue la misma. De alguna manera todos los que estaban a mi alrededor no sabían nada de lo que yo estaba atravesando, ni lo podían imaginar.


Ciertamente pedir ayuda fue una conquista de los cuarenta, quiero decir, un logro personal cuando cumplí cuarenta. Pero buscando en mi memoria, recordé que ciertamente hubo alguien a quien busqué, pero simplemente me ignoró y yo pues descarté volver a hacerlo. En lugar de pensar que quizá algo personal le ocurría, o que quizá no me explique bien, pensé que yo era molesta y poco acertada. Y dejé de recibir apoyo que estaba allí sin saberlo, porque no busqué a nadie más, sin que ninguno estuviéramos conscientes de que solo una palabra bastaba para encontrar la pieza que faltaba, solo por recibir un no asumí que nadie estaría disponible. La verdad es que no me quejo para nada, porque aún sin pedirlo, siempre he tenido quién me ayude más allá de lo que he pedido. Pero recibir ayuda sin pedir, es como entrar en un restaurant con un antojo especial y dejar que el chef nos sirva el especial, seguramente será un platillo delicioso, pero no lo que estábamos buscando. Al menos yo cuando tengo resfriado solo quiero una sopa como la que me hacía mi abuela, pero pocas veces la pedí en las mesas de mis amigos, la buena noticia es que aprendí que hay otras recetas que también son maravillosas e igual de reconfortantes.


No sé cómo, pero siempre ha aparecido alguien apropiado en el momento preciso, alguien quien sin hacer preguntas ni pedir nada a cambio, me ha brindado el empujón necesario. He tenido la infinita suerte de tener muchos y muy buenos amigos. Pero aprendí que no pedir ayuda no solo me dejaba a mí con menos recursos, es un silencio que también es triste para el otro, quien se entera tiempo después, que pudo haber sido de apoyo. Ese destiempo en las relaciones es doloroso. Cuando me entero que pude haber ayudado y no lo hice, no es agradable, tampoco lo es para mis amigos que pudieron ayudar, si tan solo yo hubiese hablado.


Y ciertamente la mayoría de las veces los amigos aparecen en la vida sin razón ni invitación, pero también es cierto que usualmente no se trabaja la amistad con el esmero que se le dedica a la relación de pareja. Es como si se asume que se trata de una relación más solida que necesitara menos reforzamientos, pero creo que no es así en lo absoluto. En mi experiencia mis amistades más profundas y duraderas han requerido el compromiso de ambos, porque la honestidad muchas veces duele, y hay que tener el valor de decir cuando se está herido. Y pedir ayuda, aún cuando se sabe que el otro también nos necesita, y compartir la alegría aun cuando la otra persona está en problemas. Para mí la amistad puede ser incomoda pero siempre amorosa.


La siguiente canción en la lista

Hace años leí una carta de amor que me cautivó, no era para mí pero era realmente impecable. El que la escribía se definía como la eterna canción que estaba a punto de sonar justo en el momento de apagar el Ipod, en esa época no teníamos Spotify pero ya podíamos hacer listas de música. La metáfora nunca me abandonó, porque siento que como ninguna otra, expresa ese vacío de siempre estar casi en el lugar preciso pero nunca llegar, y de allí el dolor de saberse por fuera, nunca escuchado, nunca probado.


A veces cuando pongo música la primera canción no está acorde con mi ánimo, pero ya no apago la música, solo hay que escuchar la siguiente canción que viene. Y ahora lo hago como ritual, siempre veo cuál es la que viene cuando estoy lista para apagar. Y así cuando tengo un problema, puede que la primera persona que contacte no sea la adecuada, o no esté en un momento para darme apoyo y es válido, eso no significa que la amistad acabó o que el cariño es menos. Eso solo quiere decir que es momento de seguir buscando, porque esa mano que necesito esta más cerca de lo que creo.


Yo reconozco a diario que mi éxito personal y laboral está completamente vinculado a la ayuda que he recibido, pero en los últimos años la he buscado. Y me encantar compartir que he descubierto que la generosidad humana no tiene fronteras ni cultura. Es cierto que la necedad tampoco, (por decir lo menos) y habrán personas poco solidarias en todas partes, pero he conocido seres maravillosos que han nacido y crecido en distintos rincones del planeta, que están hoy cerca o muy lejos de mi hogar, y cada día me dejo sorprender con apoyo y sobre todo pido y comparto cuando necesito, cada vez verbalizando con mayor claridad lo que ocurre y creo necesitar. Y sobre todo recuerdo la sopa de mi abuela y cómo me confortaba el alma, así como las manos amigas que me ayudan a seguir.

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