"Cuando os pido que ganéis dinero y tengáis una habitación propia, os estoy pidiendo que viváis en presencia de la realidad: una vida –parece– vigorizante, tanto si puede ser comunicada como si no" VW.
Hace 90 anos (casi 91 que se cumplirán en octubre) Virginia Wolf dibujaría con sus maravillosas letras el mayor deseo de muchas mujeres, el más básico y común de los pedidos: Una habitación propia y dinero.
Aun sin saber quién fue ni haberla leído, es difícil no sentir la fuerza de su deseo, es casi lo que todas compartimos y anhelamos, ese espacio íntimo, seguro, sin testigos, sin otras miradas más allá de nosotras mismas y la libertad de no depender. Para escribir, para pensar, para soñar despiertas o dormir. Un momento en el que fantaseamos con olvidarnos que somos madres, esposas, amigas, hijas, amantes. Un momento en un espacio infinito y cerrado, protegido del exterior donde nuestro mundo interior puede explotar en su riqueza y su miseria, sin temor a ser observado, juzgado, solo vivido y respirado.
De pronto encerradas todas, pero no todas con nuestra habitación propia
Hace unas semanas, esta pandemia impredecible nos puso a todas más cerca y lejos que nunca. Ahora todas y cada una, vivimos la soledad de las migrantes. No podemos ir a ver a nuestras familias, no podemos salir a conversar con la amiga de la infancia, no importa ya si hay un océano o dos calles de distancia, simplemente quedamos tras la puerta que se cerró y no sabemos cuándo volverá a abrir.
Y aún en esta soledad impuesta, muchas veces no tenemos nuestro espacio íntimo. Un momento inexplicable, impredecible y lleno de vulnerabilidades que pueden ser abrumadoras y agobiantes, que nos ha pedido sacar nuestras mayores fortalezas y salirle al paso a un futuro del que no sabemos nada pero que debemos seguir transitando, por nosotras mismas, por nuestros sueños y por aquellos a quienes apoyamos.
Y en el medio de tanta duda y desconcierto, se hace más necesario que nunca nuestro espacio, aunque vivas sola, un momento de escapar de las redes, aunque seamos madres y sintamos que nuestros hijos no puede estar sin nosotras, aunque creamos que la casa se caería si no limpiamos, aunque estemos cuidando de una madre, y sobre todo, por encima de todas, si no pudiste escapar a tiempo y aun compartes las paredes y la cama con esa persona que se hace llamar pareja y dice que demuestra amor con golpes e insultos.
Construir la habitación, escribir la propia historia
Como mujeres damos, entregamos, cuidamos, proveemos, pero raramente pedimos. Muchas hemos sido educadas desde la culpa y la entrega como valores, pero poco a poca hemos ido conquistando la autoconfianza, la autonomía y la solidaridad sin recelo.
Con puerta o sin ella, con seguro o dejándola abierta, aunque el ruido afuera no se detenga, aunque traten de entrar y sigan llamando, aunque las paredes solo las dibujes en tu mente, hoy más que nunca es necesario estar aunque sea por un momento, libres en nuestra habitación, tomar ese momento de no hacer nada, de no pensar en nadie más y por unos minutos se autoras de nuestra historia soñada.
ps. Mi abrazo sororo y profundo a todas esas mujeres a quienes en mala hora esta pandemia global las dejo atrapadas con un ser maltratador... resiste amiga, aguanta hermana, que la pandemia acabara y el maltrato será pronto solo un mal recuerdo, y tendrás una habitación propia y dinero.
Me encanta el artículo!