Esta semana fue de cambios para mi. Cerré un capítulo en mi trabajo y me preparé para empezar el siguiente paso laboral.
“Casualmente” el mismo día estaba cambiando de colores en el cabello. Me uní a una llamada con mis amigas en medio de la transición de colores. Aún no tenía el nuevo color y según mi idea solo me estaba preparando. Me sorprendieron los comentarios de que lejos de un paso incompleto lucía perfecto. Así que decidí asumir mi intermedio y disfrutarlo.
Como no creo en las casualidades, siento que fue perfecto transitar de un trabajo a otro llevando en mi cabello el perfecto incompleto de un color a otro.
La visión de una gaviota
De adolescente cantaba esa bella canción de Frank Quintero casi a diario. Aquello de descubrir un nuevo horizonte cada día resonaba profundamente y aún es válido para mi. Todo el que me conoce, puede dar fe de que siendo yo misma me he reinventado montones de veces. Yo nunca imaginé que me gustaría dejar de ser maestra. Hubo una época en la que era impensable ser mamá. Menos imagine que me sentiría genial peli teñida de rubia.
Yo recuerdo con claridad estando en la universidad y haciendo promesas a mis amigas de nunca dejar las aulas. Dos años después abandoné los pizarrones y las tizas y han pasado casi 20 años de eso. No sé si regresaré, pero sé que me he divertido en cada trabajo que he hecho.
Yo soy de esas viajeras para las cuales tener una casa en la playa lejos de una comodidad es una responsabilidad casi aburrida. Yo no me veo en el mismo sitio por mucho tiempo y creo en aquello de lo único constante es el cambio.
La realidad es, que a pesar de que me encanta planificar, me adapto con facilidad y me gusta y disfruto el cambio. Y entiendo que hay personas a quienes eso les genera mucho estrés. Yo digo que mi GPS personal vive en modo “re-direccionado”, porque la verdad es que siento que casi nada ha salido de acuerdo al plan, pero sí de acuerdo al sueño. Porque definitivamente soy una soñadora confesa.
Disfrutar el caos del cambio
No solo no es el destino y el recorrido, es también el cambio de dirección. Esta vez decidí hacer un alto y poner el foco en el momento del cambio. El cambio suele ser rápido y violento y pocas veces me he dispuesto a saborearlo.
Así que decidí disfrutar el tono decolorado en el cabello, el instante pasajero de las despedidas, el descanso relativo entre trabajos y dejar sin terminar todas las listas de pendientes.
Esta vez he hecho silencio y medité en el bullicio de la confusión, disfrutando el efímero caos entre lo que acaba y lo que comienza. Y ha sido simplemente fantástico.
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