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Una revolución nada artificial

Actualizado: 9 abr 2023

Las últimas semanas nos han quitado el velo de los ojos. Teníamos años hablando de inteligencia artificial. La usábamos, pero no sabíamos qué estaba tan cerca el día en que tomaría nuestro día a día. Las predicciones de todo tipo no son modestas y la verdad es que, en mí opinión, así como no sabíamos cuándo explotaría, tampoco sabemos qué consecuencias tendrá.


Un paso atrás y tomar perspectiva.


Hace 30 años (suena mucho) era adolescente y entraba en la universidad. Me había colado en una de las siempre magistrales clases Sociología que dictaba Mikel de Viana. Sin reparo una chica lo interrumpió y le dijo “disculpe profesor, pero yo no creo en la Globalización” palabras más, palabras menos, él interrumpió el discurso de inmediato y volteando con debida atención le dijo “ese es su problema, pero la globalización no es un tema de creencias, está aquí y todo lo que tenemos es hecho en china”. Uno puede creer o no en la virgen María o en Mahoma, pero hay eventos sociales que se imponen, y por más incómodos que nos resulten, no los podemos obviar.


Y las revoluciones, son molestas. El cambio social es lento, suele tomar generaciones y da tiempo para adaptarse. Pero la revolución llega, sacude, grita e incomoda a todos. Es como una visita indeseable en el momento menos esperado, no se va sino hasta que le da la gana, y el rastro no se quitará nunca. Así fue la Revolución Francesa, impregnando al mundo de sueños de libertad e independencia. La Revolución Feminsta, que nos dio voz a las mujeres, quienes no vamos a volver a callar nunca más. Y claro, quiero seguir, por sus similitudes con la situación actual, la Revolución Industrial.


Las máquinas no sustituyen a los humanos


Cuando las primeras máquinas comenzaron a producir en serie y en pocos minutos, los mismos bienes que tomaba días y meses a los artesanos, no fueron pocos los que gritaron que no habría trabajo para nadie. La realidad mostró lo contrario. Se trabajó más que nunca, tanto, que necesitamos regulaciones para acabar con la increíble explotación a la que fueron sometidas las personas que trabajaron en las primeras fábricas.


Hoy se anuncia que no se necesitarán más escritores, ni ingenieros de software o analistas de datos, y miles de promesas apocalípticas, porque los robots de Inteligencia artificial lo hacen todo en segundos. Y ciertamente hacen todo muy rápido. Yo por ejemplo, que trabajo en tecnología, tenía que resolver un código la semana pasada y le pregunté al popular Chat GPT, y en dos segundos me dio el código base que quizás me habría tomado 3 horas lograr. Pero yo tuve que transformarlo.


Aceptar el cambio y lo inesperado


Los últimos tres años han sido muy difíciles. No esperábamos vivir una pandemia. Muchos decían que solo quería volver a vivir como antes, otros insistíamos que antes había muerto y un nuevo ahora se estaba dibujando. Eso ahora es más presente e incómodo que nunca. Porque creemos que hemos dominado el mundo de tal manera, que la sorpresa espontánea nos molesta. Nadie esperaba tener que revisar su forma de trabajo y reinventar oficios. En un mundo aún herido, en el cual no decidimos si necesitamos máscaras o no. ¿Cómo vamos a manejarnos en la cultura remota de comunicaciones asincrónicas si los robots escriben más rápido y mejor que nosotros? ¿Se podrán seguir entregando ensayos en computadora en las instituciones educativas o habrá que volver a las aulas a hacer todo en folios escritos a mano? ¿Son las noticias que leemos, las novelas, los cuentos escritos por gente que respira o por un robot con comandos? ¿En quién podemos creer?


Son muchas las preguntas abiertas y las respuestas apenas se están dibujando. Yo, creo que es un momento fascinante. Porque me encantan las revoluciones. Me gusta el cambio y la incertidumbre y voy aprendiendo cada vez más a desaprender el valor de controlar la realidad indomable y dejarme llevar por el flow de lo que ocurre.


Como diría mi querido Chapulín Colorado: que no panda el cúnico. La humanidad prevalece, los robots nunca van a entender de sarcasmo, la miseria, la empatía ni la compasión. Y aunque puedan escribir mejor que yo, lo hacen sin placer y eso, el placer es algo que como humanos nos pertenece, nos diferencia y en lo que yo creo, nos deberíamos enfocar. Que hagan el trabajo pesado para que nos dediquemos por fin a disfrutar y ser felices.





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