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Foto del escritorAle

Vivir en-Virulada

Alejandro García, mi tocayo cubano, conocido como Virulo, cambió mi vida desde que lo conocí.


Empezaba el siglo XXI y sabía que mi vida tenía que cambiar radicalmente. Estaba literalmente viviendo en el lugar equivocado, con la persona equivocada e iba a toda prisa en la dirección equivocada. Como bien me dijo un amigo, había perdido toda mi luz. Una noche cualquiera, sin poder dormir como se había hecho costumbre, decidí prender el televisor sin importarme que el ruido interrumpiera el sueño de aquel, a quien erróneamente, había dejado tomar el control de mi futuro y tener poder sobre mi vida y mi autoestima. Y apareció en la pantalla Virulo.


Eso fue amor al primer chiste. No podía parar de reír. Como tenía mucho tiempo sin hacerlo. Reía a carcajadas, no sé cómo no despierte al vecindario rompiendo el silencio con mis carcajadas frente al televisor a las 3 de madrugada. Terminó el especial grabado y antes de apagar el televisor se había encendido mi llama interna, y pronto caminaría lejos y recobraría mi luz, para nunca más apagarla. Terminé de escucharlo y me dije, “es que yo soy así, pura risa, música, trova. Incorrecta, rebelde e irreverente”. Porque así he sido y así sigo siendo. Y Virulo, para los que no lo conocen es muy, pero muy, incorrecto.


Unos meses después, mi mejor amigo me dió uno de los mejores regalos que he recibido. Las entradas a un show de Virulo. No dejamos de reír histéricamente en el aula magna de la Universidad. A ambos sus chistes nos parecen simplemente brillantes. Aclaro esto porque no a todo el mundo le gustan, pero a mí sí. Teníamos un CD que le habían regalado, y en la época antes de iPhone y el iPod, para escuchar lo que uno quería en el carro había que poner el cd en el reproductor.


Un día salimos a pasear. Andábamos tanto tiempo juntos que más de uno pensaba que eso no podía ser solo una amistad. Y es cierto, somos hermanos, cinéfilos y ambos disfrutamos a Virulo, no es solo amistad. Así que cruzamos la ciudad para buscar el reproductor del carro que se había quedado en su casa. Es que teníamos que escuchar sus chistes. Al salir corriendo de la casa reproductor en mano, nos descubrió su hermano agitados y sonrientes. Sin reparo nos dijo ¿ustedes creen que voy a creer que cruzaron la ciudad y están así solo por un cd de chistes cantados? Y asentimos sin discutir, no todo el mundo entiende lo que es amor por el humor.


Unos años después, había tenido una pelea tremenda con mi pareja del momento y llamé a mi amigo buscando consuelo. Me invitó a acompañarlo junto a otros amigos en común en una pizzería. Era la pizzería de Evio Di Marzo, el cantante hermano del aún más famoso Yordano Di Marzo. Decidí no ir. Quería ir, pero dudaba si era correcto, y no fui. Esa noche Virulo fue a cenar en la misma pizzería. Evio, lo invitó al escenario, y dio un show privado,

íntimo e improvisado para los pocos que estaban presentes. Y cantó entre otras "El colibrí", que para mí define la Sociología que disfruto. "Nacieron libros como en una visión

Distinta del conocimiento

Se coloreaba la imaginación

Y florecía el pensamiento

Todo se iba intercambiando

Y la vida transformando

Y la gente que leía

Poco a poco comprendía

Y el mundo fue feliz

¡y todo por un colibrí¡" Y yo estaba como una de mis películas favoritas, tan lejos y tan cerca.


Yo encontré a Virulo cuando lo necesitaba, su prosa ingeniosa e hilarante reavivo mi llama interna que está hecha de humor. Y la vida me regaló tenerlo más cerca que nunca para recordármelo. Pero por última vez me dejé llevar por el que dirán y no lo conocí. No hago nada arrepintiéndome de no haber ido esa noche. El pasado no se cambia, pero sirve para aprender. Así que desde ese día, no he declinado una invitación por lo que otros piensen. Si no hago algo es porque no quiero, pero yo decido, no las voces de otro en mi vida.


Hoy que celebro ser la mamá de un adolescente, escuché su parodia sobre esa etapa de la vida. Y mientras reía, decidí escribir, para reflexionar, compartir mi historia por si a alguien le resuena y agradecer una vez más a los humoristas darnos alegría y encender la chispa interna, porque siempre hay razones para reír.




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