Cuando empecé a estudiar educación, nos enseñaron érase una vez, una canción para trabajar con los niños sobre prejuicios.
"Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez
cuando yo soñaba
un mundo al revés"
Inconforme desde que recuerdo, un mundo al revés es un anhelo que me acompaña. ¿Y por qué no? ¿quién dice que no es al revés el mundo y lo estamos viendo de cabeza? Historias como el Grúfalo donde es el ratón el animal más temido del bosque, simplemente me cautivan. Por decir lo poco, bruja es el nombre que nos dieron a las mujeres que se atrevieron a romper esquemas. El fuego de las hogueras de la edad media se avivó con el genio de mujeres brillantes, que en un mundo absurdo fueron quitadas del medio para preservar el orden y la estructura. Así pues, sí que hay brujas hermosas.
Soy feminista desde antes que supiera que era el feminismo. Nací en un país con cultura de admiración a las Mises y concursos de belleza, siempre me parecieron eventos degradantes de la mujer, sin embargo, disfrutaba enormemente la parodia que hacían a la semana siguiente un grupo de comediantes. El Miss Chocuzuela, como se llamaba el show, era incisivo en las críticas y desde el nombre hacía referencia a un corte de carne de primera calidad. El sarcasmo y la comedia también forman parte de mis favoritos, encuentro en ellos la delicada critica al orden impuesto y la comedida sugerencia de que podemos cambiarlo.
Desde mi experiencia, el feminismo es una empresa apasionante pero personalmente costosa, reconocerse feminista nos cuesta muchas etiquetas, muchas veces poco agradables, e implica la resistencia y el coraje de seguir, pese a los prejuicios y criticas incluso de otras mujeres que disfrutan de los beneficios de las reivindicaciones logradas. En algunos de mis espacios ser feminista es bandera y orgullo, en otros es simplemente obvio e inherente a mi condición humana y en otros es fuente de crítica y burla. Pero como decía el escorpión en la fábula, tras picar a la rana y condenarse ambos a la muerte, es mi naturaleza. Lo maravilloso del feminismo es que no es una naturaleza impuesta ante la que nada se puede hacer, es una elección de vida que se ratifica a diario, se disfruta exponencialmente con cada logro, y se sufre con cada injusticia. Y así una simple actividad de disfrute y ocio como ver una película, está acompañada de feminismo.
El cine y los mundos posibles
El cine es algo que disfruto en toda la extensión de la experiencia. En la creación de una película, es un reto enorme construir personajes, contextos y situaciones, que en los primeros minutos de proyección logren implicarnos en una trama interesante, para luego de mantenernos cativos más de una hora, dar un cierre inesperado y cautivante. Quizá lo más difícil es el final, dejarnos sorprendidos, porque al menos yo, durante la película, estoy imaginando soluciones posibles. Cuando el director me sorprende con algo fuera de mis posibilidades pensadas, simplemente me atrapa y me dejá ese deseo de volver a ver la película muchas veces más.
El cine francés siempre me ha gustado, pero después de cinco años entre franceses inmigrantes ha adquirido una nueva significación, ahora disfruto más del sarcasmo y la ironía, entiendo mucho mejor el humor y las metáforas que presentan. La migración entre tantas cosas nos permite abrir los espectros. Aprender de otras culturas, escuchar con atención otras historias de vida, internalizar que nuestra manera de mirar el mundo no es única, nuestro país no es el centro del universo, que lo mismos eventos de la historia tienen significados absolutamente diversos según el lugar donde estés y la historia personal, que una prenda de vestido tiene connotaciones que no imaginamos, que nuestros argumentos son risibles en otras fronteras.
Recuerdo un almuerzo con integrantes de al menos 10 países y todos los continentes, en el que todos expusimos las razones que aprendimos para justificar que había que terminar toda la comida en el plato. Varios (nacidos en occidente) coincidimos en repetir el argumento de los niños de Africa muriendo de hambre, ante el cual los africanos rieron preguntando ¿de dónde habían sacado eso? algunos de ellos por su parte explicaban que según sus padres debían terminar todo porque nunca se sabía si podría venir otra guerra, situaciones que personalmente ellos no habían vivido, mientras un descendiente de una oficial de la segunda guerra explicaba que su abuela le enseñó a no comer más de la mitad del plato, había sido la encargada de limpiar las reservas de comida en los bunkers y quitarle el moho a los vegetales para poder cocinarlos y servirlos, para ella mientras menos se comiera mejor, nunca se sabe si estaba contaminado el alimento. Lo más irónico es que en todos los argumentos que nos dieron nuestras familias estaban llenos de experiencias y mitos, pero no se hablaba de razones y cantidades a comer según los beneficios para la salud o necesidades nutricionales.
Un mundo al revés, pero posible
No soy un hombre fácil (je ne suis pas un homme facile) de Eléonore Pourriat es desde mi muy personal y modesto punto de vista una obra de arte, una sutil combinación de sarcasmo y humor negro, en una dura crítica a las inequidades de género en nuestra sociedad, con una solución inesperada y fabulosa.
En menos de cinco minutos queda claro que el personaje principal es un machista en el sentido clásico, que piensa que las mujeres son objetos sexuales, las inequidades de género en espacios laborales, familiares y recreativos son claramente dibujadas en el París de hoy en día. De pronto entra en una realidad opuesta. Los anuncios publicitarios de hombres en posturas "sexy" dejan claro lo que ocurre. Comienza allí una deliciosa narrativa que muestra lo inequitativa de nuestra sociedad, que resulta risible y hasta desagradable porque el orden actual es el contario. Sin sutilezas el mundo es puesto de cabeza y lo que hoy en día es natural se torna molesto con solo cambiar el género de quien lo realiza. Pourriat deja claro, haciendo uso de un sofisticado sentido del humor que, que aun en el siglo XXI las mujeres somos discriminadas en todos los espacios. Una comedia brillante, una crítica a nuestra sociedad impecable y una propuesta a la búsqueda de un espacio más equitativo y justo.
*Publicado originalmente el 22 de Abril, 2018 en mamamigranteblog pero por algún motivo no lo habia migrado hasta hoy
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